El hallazgo activó una investigación contra reloj. El coche había sido incendiado para borrar pruebas y apenas quedaban microindicios forenses. Aun así, el equipo de homicidios empezó a recomponer un mapa íntimo: Pedro mantenía una relación con la también urbana Rosa Peral; en su órbita, otro agente, Albert López, con quien Rosa arrastraba una historia paralela de celos y reproches. El caso entró a la opinión pública como “el crimen de la Guardia Urbana”.
La cronología fiscal dibujó una madrugada letal: el 1 de mayo de 2017, Pedro habría sido atacado en la casa de Rosa mientras dormía; después —según el veredicto— Rosa y Albert habrían introducido el cuerpo en el maletero, trasladado el coche hasta Foix y prendido fuego al vehículo. ¿El pegamento probatorio? Geolocalizaciones, mensajería móvil y movimientos de los teléfonos que contradecían sus coartadas.
Durante semanas, Rosa Peral intentó presentarse como víctima y Albert López como testigo. Pero el rastro digital —mensajes eliminados, antenas, desplazamientos— y la reconstrucción de tiempos fisuraron esos relatos. La investigación no halló móvil económico claro: el celotipia y la manipulación afectivo-sexual quedaron en el centro de la acusación.
El juicio con jurado comenzó el 3 de febrero de 2020 en la Audiencia de Barcelona. Tras semanas de vista oral, el tribunal declaró culpables a Rosa Peral y Albert López: la sentencia fijó 25 años para ella y 20 años para él por asesinato con alevosía, con agravante de parentesco para Peral al ser la pareja de la víctima. El tribunal también acordó indemnizaciones para la familia de Pedro.
Las defensas recurrieron sin éxito. El TSJC confirmó el fallo en diciembre de 2020 y el Tribunal Supremo lo ratificó en septiembre de 2021, consolidando la verdad judicial: asesinato y ocultación mediante fuego, cometidos por ambos exagentes.
Más allá de los tribunales, el caso traspasó la crónica negra: llegó a documentales y a la miniserie El cuerpo en llamas (2023), que recreó el triángulo y reabrió el debate público sobre los hechos probados frente a la ficción. La resonancia mediática devolvió el foco a los hechos acreditados: cuerpo calcinado en Foix, triángulo, y dos condenas firmes.
En 2025 surgieron novedades procesales colaterales: parte de la demanda civil de Rosa Peral contra Netflix por derechos de su hija fue archivada; además, el Supremo designó ponente para estudiar una petición de revisión de la condena de Peral, invocando una supuesta admisión de autoría de Albert López en tratamiento penitenciario. La revisión está en fase de estudio y no altera la condena firme salvo decisión posterior.
En el plano humano queda lo esencial: Pedro Rodríguez era un policía de 38 años, con una vida cotidiana que se apagó en una pista de tierra a orillas del pantano. La familia, además de la pérdida, carga con un itinerario judicial largo y con el eco mediático que periódicamente revive el dolor.
El caso del pantano de Foix es una lección de criminalística contemporánea: cuando el fuego arrasa el escenario, la verdad se busca en lo digital, en los tiempos, en las antenas. Y, aun así, persiste una certeza no técnica sino moral: hubo amor convertido en arma, celos encendidos y un intento de borrar la culpa con gasolina. La justicia llegó; la ausencia, no se apaga.
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