La tarde del 23 de julio de 2025, una guagua recorre Las Palmas de Gran Canaria como cualquier otro día. Entre la gente que sube y baja va Ruyman Sánchez Carrasco, 43 años. Según su familia, lo ven por última vez bajando en la parada de El Sabinal, una zona de las afueras de la ciudad. Lleva una camiseta blanca, pantalón vaquero negro, playeras negras y una mochila. No parece una escena especial: un hombre más que vuelve, que va, que hace su vida. Pero desde ese momento, su rastro se rompe, y lo que podría haber sido un trayecto rutinario se convierte en el inicio del caso de Ruyman Sánchez Carrasco desaparecido en Las Palmas de Gran Canaria.
Lo que sabemos de Ruymán no viene de grandes biografías, sino de los datos esenciales que se repiten en cada aviso de búsqueda. Tiene 43 años, mide 1,70 metros, pesa alrededor de 70 kilos, pelo canoso y ojos marrones. En el cartel del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) aparece su rostro: barba corta, mirada directa, hombros descubiertos, un tatuaje asomando en el pecho. La descripción que difunde Radio Televisión Canaria (RTVC) añade un detalle clave: lleva tatuajes en ambos brazos y es una persona vulnerable que precisa medicación, algo que dispara la urgencia de encontrarlo cuanto antes.
El punto cero del misterio está muy claro: El Sabinal. Según la información que la familia traslada a los medios, el último movimiento conocido de Ruymán es justamente ese: se baja de la guagua en esa parada y, a partir de ahí, desaparece. No hay cámaras difundidas con una última imagen, no se ha hecho pública ninguna grabación que permita seguir sus pasos después de pisar la acera. Sólo ese lugar, esa tarde de julio y una ciudad entera alrededor que, de pronto, parece no haber visto nada.
La alerta formal no tarda en activarse. Pocos días después, el Centro Nacional de Desaparecidos del Ministerio del Interior publica su ficha: “RUYMAN S. C., desapareció el 23/07/2025 en Palmas de Gran Canaria (Las)”. Se detalla que mide 1,70, pesa 70 kg, pelo canoso, ojos marrones, 43 años. El lenguaje es frío, administrativo, pero detrás hay algo muy concreto: el Estado reconoce que no sabe dónde está y que necesita ayuda ciudadana para encontrarlo.
A nivel mediático, el caso da un salto el 28 de julio de 2025, cuando La Vanguardia publica una pieza bajo el titular: “Sin rastro de Ruyman S. C., un hombre de 43 años desaparecido en Las Palmas de Gran Canaria”. El diario recuerda que el CNDES ha activado una alerta y repite los datos físicos: 1,70 de estatura, pelo canoso, ojos marrones. El objetivo es claro: poner su cara y su nombre delante del mayor número de ojos posible, para que cualquier persona que crea haberlo visto pueda llamar a la Policía Nacional (091).
Mientras tanto, en Canarias la noticia corre rápido. El 12 de agosto, RTVC publica una nota específica: “Se busca a Ruyman Sánchez Carrasco desaparecido en Las Palmas de Gran Canaria”. Ahí se fija la narrativa que su familia viene sosteniendo: desapareció el 23 de julio, fue visto bajando de la guagua en la parada de El Sabinal, vestía camiseta blanca, vaquero negro, playeras negras y mochila, tiene tatuajes en ambos brazos y es vulnerable, necesita medicación. La nota incluye un llamamiento directo: si alguien lo ha visto, que llame a 091, 062, 112 o al 609 765 763, o que escriba a emergencias@giorscanarias.es.
También empiezan a moverse las redes. Páginas locales, grupos vecinales y perfiles que difunden casos de desaparecidos comparten su cartel: “DESAPARECIDO Ruymán Sánchez Carrasco, desaparecido el día 23/07/2025 en la zona de El Sabinal, Las Palmas de Gran Canaria. Edad: 43 años”. En Instagram, cuentas vinculadas a la búsqueda de personas replican el aviso del CNDES con la etiqueta “Tres meses sin rastro de Ruýman S. C.”, recordando que, a pesar del tiempo, el caso sigue completamente abierto.
A partir de aquí, lo más inquietante del caso de Ruyman Sánchez Carrasco no es lo que se sabe, sino todo lo que no se sabe. No hay, al menos de forma pública, una reconstrucción detallada de sus últimas horas: de dónde venía antes de subir a la guagua, si había quedado con alguien al bajarse en El Sabinal, si alguien lo vio caminar hacia un punto concreto o entrar en un vehículo. Tampoco han trascendido hallazgos de objetos personales, móvil o documentación que permitan acotar un escenario. Es como si la historia se cortara en seco en el peldaño del autobús.
En este tipo de desapariciones urbanas, los investigadores suelen manejar tres grandes escenarios: desaparición voluntaria, accidente o hecho delictivo. En el caso de Ruymán, hay dos factores que vuelven especialmente delicada la primera hipótesis: su condición de persona vulnerable y el hecho de que precisa medicación, como remarcan los avisos oficiales. Eso significa que el paso del tiempo juega directamente en su contra. También es un dato que, si alguien quisiera hacerle daño o aprovecharse de él, podría intentar utilizar. Por ahora, ninguna línea de investigación se ha hecho pública como principal; al exterior sólo llega el eco de que no hay rastro.
Lo que sí sabemos es que no se trata de un caso aislado. España vive, desde hace años, una realidad incómoda: miles de denuncias por desaparición cada año, de las cuales la mayoría se resuelven… pero no todas. El Informe de Personas Desaparecidas 2024 del Ministerio del Interior señala que en 2024 se investigaron 16.147 denuncias por desaparición, un 6 % más que el año anterior. De ellas, el 95,5 % se esclarecieron, y más del 72 % se resolvieron en menos de una semana. Pero a la vez, a marzo de 2025 había todavía más de 6.600 casos activos: personas que, como Ruymán, siguen oficialmente desaparecidas.
En Canarias, y en particular en Las Palmas de Gran Canaria, esta realidad se vive con especial intensidad. En apenas unas semanas de verano de 2025, los medios recogen varias alertas del CNDES por personas desaparecidas en la isla: mujeres y hombres de distintas edades, todos con la misma frase de fondo: “se solicita la colaboración ciudadana”. El caso de Ruyman se enmarca en esa sucesión de nombres propios que, si no se mantienen vivos en la memoria colectiva, corren el riesgo de convertirse en simples expedientes.
Pero detrás de las siglas y los titulares hay algo mucho más concreto: una familia esperando noticias. Aunque los medios no han publicado declaraciones extensas de sus allegados, el hecho de que se detalle su vulnerabilidad, la medicación que necesita y se haya difundido un teléfono personal (609 765 763) indica algo muy claro: su entorno está pidiendo ayuda a gritos. Esa es la parte más dura de estas historias: mientras el resto del mundo sigue con su vida, hay gente que duerme pendiente del sonido del móvil, de una llamada que diga “lo hemos visto”, “está bien”, “lo hemos encontrado”.
Hoy, a finales de 2025, Ruyman Sánchez Carrasco sigue oficialmente desaparecido. El CNDES mantiene activa su ficha, La Vanguardia lo sigue incluyendo en sus resúmenes de alertas y en redes sociales continúan circulando su foto y su descripción física. No hay noticia de localización con vida, ni confirmación de fallecimiento, ni cierre de expediente. Sólo ese punto fijo en el tiempo: un hombre de 43 años, bajando de una guagua en El Sabinal un 23 de julio, y una ciudad entera que, al menos hasta ahora, no ha sabido decir qué pasó después.
Si estás leyendo esto desde Las Palmas de Gran Canaria o alrededores, y aquel día de julio de 2025 te movías por El Sabinal, la zona de la parada de guaguas o sus inmediaciones, hay algo que todavía puedes hacer. Recuerda su imagen: 1,70 de estatura, 43 años, pelo canoso, ojos marrones, tatuajes en ambos brazos; aquel día vestía camiseta blanca, vaquero negro, playeras negras y llevaba una mochila. Si crees que lo viste, si recuerdas una escena extraña, un coche, una conversación, cualquier detalle, por pequeño que parezca, puedes llamar al 091 (Policía Nacional), 062 (Guardia Civil), 112 (emergencias) o al 609 765 763, o escribir a emergencias@giorscanarias.es. Porque en desapariciones como la de Ruyman, muchas veces la diferencia entre que un caso se quede en una pesadilla sin final… o encuentre por fin una respuesta, está en **un recuerdo que alguien decide compartir.**
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