El 17 de mayo de 2001, último día de clases de su penúltimo año en el instituto, Alissa Turney, 17 años, salió de la escuela en Phoenix con la promesa de libertad a la vuelta de la esquina. Iba a cumplir 18, soñaba con independizarse, dejar atrás las normas estrictas de casa. Esa tarde, según la versión oficial de su padrastro, discutieron… y ella desapareció para siempre. Más de veinte años después, su caso sigue abierto, sin rastro de su cuerpo y con una familia partida entre el miedo, la sospecha y la lucha pública por la verdad.
Alissa había crecido en un entorno complicado. Su madre falleció cuando ella era niña y fue su padrastro, Michael Turney, quien asumió el rol de figura de autoridad en la casa de Phoenix, junto a varios hermanos y su hermana pequeña, Sarah. Con el tiempo, muchos describirían a Michael como un hombre extremadamente controlador: horarios estrictos, revisiones constantes y una vigilancia que, vista con ojos de adulta, Sarah calificaría como obsesiva más que protectora.
El día de la desaparición de Alissa empezó, aparentemente, como cualquier otro. Michael dijo que la dejó en el instituto por la mañana y que volvió a recogerla antes de que acabaran las clases para llevarla a comer y hablar de su comportamiento. Según él, tuvieron una fuerte discusión, ella “se bajó del coche enfadada” y, cuando él regresó a casa más tarde, encontró una nota escrita por Alissa diciendo que se iba a California para empezar una nueva vida. Esa fue la versión que repitió durante años: una adolescente rebelde que decidió escapar.
Pero la escena no encajaba. La supuesta “fugitiva” dejó atrás su teléfono, su maquillaje, su dinero en el banco y todas sus pertenencias. No volvió a contactar con amigas ni con su novio. Y aunque Michael aseguró haber recibido una llamada suya desde California una semana después, ese detalle nunca se pudo comprobar. La policía, en 2001, archivó rápido: la trataron como una joven que se había marchado por decisión propia. No hubo una búsqueda profunda, ni escenas acordonadas, ni análisis forenses en la casa.
Para Sarah, entonces una niña de 12 años, la versión de su padre fue ley durante casi una década. Pero los recuerdos comenzaron a cambiar de color. Cámaras escondidas en la casa, grabaciones constantes, comentarios incómodos, “contratos” raros que su padre pedía firmar a padres de amigas de Alissa, y un control asfixiante sobre sus horarios. Años más tarde, Sarah encontraría incluso un vídeo casero de 1997 donde Alissa, en tono molesto, lo llamaba “pervertido”, y testimonios que apuntaban a que ella ya se había quejado de su comportamiento ante adultos del entorno escolar.
El caso dio un giro en 2008. Primero apareció un falso confesor: un hombre preso por otros crímenes afirmó haber sido responsable del final de Alissa, pero la policía comprobó que mentía. Aun así, la investigación se reabrió y la atención volvió a la casa de los Turney. Cuando los agentes registraron la vivienda, encontraron algo que parecía sacado de un manifiesto paranoico: más de dos docenas de artefactos explosivos caseros, armas, silenciadores y un escrito donde Michael detallaba un supuesto plan de venganza contra un sindicato con el que había trabajado.
Michael fue condenado a 10 años de prisión por los explosivos y salió en 2017, pero ya entonces la policía le había dicho a Sarah algo que la cambiaría para siempre: él era el principal sospechoso de la desaparición de Alissa. Por falta de pruebas directas, el caso seguía técnicamente sin resolver. Fue en ese punto cuando Sarah decidió que, si el sistema no avanzaba, ella misma lo empujaría, aunque fuera desde un micrófono y una pantalla de móvil.
En 2019 lanzó el pódcast Voices for Justice, dedicado casi por completo a reconstruir la vida y desaparición de Alissa. Leyó miles de páginas de documentos, compartió audios, videos familiares, entrevistas, cronologías. Después llevó el caso a TikTok y otras redes. Sus publicaciones, mezclando recuerdos íntimos y datos duros, se hicieron virales; millones de personas conocieron la historia de la chica que “se fue a California” pero dejó todo atrás en su habitación de Phoenix. La presión ya no era solo local: internet entero estaba mirando.
En agosto de 2020, esa ola llegó al sistema judicial. Un jurado de Maricopa County acusó formalmente a Michael Turney de segundo grado en relación con la desaparición de Alissa. Por primera vez, el Estado decía en voz alta lo que muchos ya sospechaban: no era una fuga adolescente, sino un posible crimen dentro de la propia familia. Sin cuerpo, sin escena claramente definida, la acusación se sostenía en un conjunto de indicios, declaraciones y en el retrato de un ambiente doméstico marcado por la manipulación y el control extremo.
El juicio comenzó en julio de 2023, más de 22 años después de aquel último día de clases. Sarah subió al estrado, narró su infancia, habló de cámaras, de miedo, de cómo había pasado de defender a su padre a verlo como el principal sospechoso del final de su hermana. Pero, tras escuchar a la acusación, el juez tomó una decisión devastadora para la familia: aplicando una norma que permite frenar un caso si no hay pruebas suficientes para un veredicto, ordenó la absolución de Michael antes de que el jurado pudiera deliberar. Salió libre ese mismo día.
La absolución no cerró nada, solo endureció las posiciones. Michael, ya anciano, ha concedido entrevistas defendiendo que Alissa se marchó por voluntad propia y que él no tuvo nada que ver, presentándose como víctima de una “caza de brujas” alimentada por redes sociales y por su propia hija. Sarah, por su parte, asegura que el sistema ha fallado a su hermana y que nunca podrá perdonar a su padre, aunque la ley ya no permita volver a juzgarlo por lo mismo. Su objetivo ahora es otro: encontrar dónde está Alissa y qué ocurrió exactamente aquel 17 de mayo.
La historia ha saltado a la pantalla. En 2024 se estrenó en Oxygen el documental Family Secrets: The Disappearance of Alissa Turney, centrado en la investigación personal de Sarah y en las sombras de su familia. En 2025, Netflix anunció un nuevo documental en desarrollo sobre el caso, una mirada fresca al expediente, a la cobertura mediática y a cómo la desaparición de Alissa se convirtió en un fenómeno global de true crime, impulsado por la propia hermana de la víctima.
Hoy, casi un cuarto de siglo después, Alissa Turney sigue oficialmente desaparecida. No se han hallado restos que puedan vincularse a ella, no existe una escena confirmada de lo que pasó, y ninguna confesión ha permitido trazar sus últimos minutos con certeza. Lo único sólido son los silencios, las contradicciones y la certeza de que una joven de 17 años no reapareció jamás, por más que la versión inicial hablara de una “escapada” a la costa de California.
Porque el caso de Alissa Turney no es solo la historia de una desaparición en Phoenix; es la historia de una casa llena de cámaras, de una nota que quizá nunca fue lo que parecía, y de una hermana que decidió enfrentarse al hombre que la crió para exigir respuestas sobre la otra hija a la que él también decía amar. ¿Hasta qué punto puede el miedo dentro de una familia borrar la voz de una adolescente… y mantenerla silenciada durante décadas? ¿Y cuántas Alissas más pueden seguir ocultas detrás de expedientes archivados como “fuga voluntaria”, mientras quienes las quieren saben, en el fondo, que algo mucho más oscuro ocurrió puertas adentro?
0 Comentarios