El caso de Marta Couceiro y David Villafañe: amor, seguros de vida y una muerte en Gorliz que sigue generando dudas



En octubre de 1995, la familia Couceiro pensaba que su casa de veraneo en Gorliz (Bizkaia) era sinónimo de descanso, playa y veranos felices. Allí apareció sin vida Marta Couceiro, 17 años, estudiante, con toda la vida por delante. Su novio, David Villafañe García, un joven de 19 años, fue señalado desde muy pronto como el principal sospechoso. Años después, sería condenado por un jurado y por la Audiencia de Bilbao como responsable de su muerte, con un móvil tan frío como claro en la sentencia: cobrar varios seguros de vida que la menor había firmado poco antes. 

Marta y David se habían conocido pocos meses antes. Él se presentaba como un chico encantador, de familia acomodada, estudiante de Económicas, muy pendiente de ella. Según reconstruyen crónicas y podcasts posteriores, Marta se enamoró rápido, hasta el punto de confiar en él para decisiones que no suelen formar parte de la vida de una adolescente: abrir cuentas, firmar pólizas, pensar en un futuro compartido. Detrás de esa imagen de novio ideal, la justicia terminaría viendo el trazo de algo muy distinto: un joven con capacidad de embaucar, que ya había tenido problemas en una aseguradora por “irregularidades con el dinero”. 

El punto de giro del caso Marta Couceiro y David Villafañe está en el papel: en pocos meses, la chica firmó tres seguros de vida a su nombre, por un total de unos 50 millones de pesetas (alrededor de 300.000 euros), en los que el único beneficiario era David. La sentencia describe que fue él quien la convenció, aprovechando tanto su inexperiencia como su posición: había trabajado en el sector asegurador y conocía bien los mecanismos y los plazos para reclamar una indemnización. 


En octubre de 1995, Marta pasó unos días en la casa de Gorliz, propiedad de sus padres. Allí se encontró con David. Él sería la última persona en verla con vida. Horas después, la joven apareció sin vida en esa misma vivienda. El escenario, según la versión judicial, no mostraba signos de robo ni de intrusos. La primera explicación que intentó sostener David era que Marta había sufrido una mu3rte súbita, algo repentino e inesperado. Sin embargo, los indicios forenses y de contexto llevarían la investigación hacia otro lado. 

La Audiencia Provincial de Bizkaia dio por probado que Marta falleció tras un ataque directo a sus vías respiratorias en la casa de veraneo: alguien le tapó los orificios nasales y le impidió respirar hasta que su cuerpo no pudo más. El informe recogido en la sentencia hablaba de signos compatibles con ese tipo de agresión, y descartaba que se tratase sólo de una dolencia cardiaca espontánea. A ello se sumaba un dato demoledor: apenas cuatro días después del fallecimiento, David empezó a gestionar el cobro de las pólizas de vida que ella había firmado, reforzando a ojos del tribunal el móvil económico. 

El juicio se celebró en 1998. Para entonces, el caso era ya un terremoto mediático: chico encantador, novia adolescente, seguros de vida y una mu3rte en una casa familiar. La Audiencia de Bilbao condenó a David Villafañe a más de 19 años de prisión: 17 por un delito de homicidio doloso (tipificado entonces como asesinato en la prensa) y 2 años y medio por estafa en grado de tentativa, al intentar cobrar los seguros. El Tribunal Supremo confirmó la sentencia. A partir de ahí, al menos sobre el papel, el caso quedaba cerrado: el responsable tenía nombre y apellidos y un horizonte de casi dos décadas de cárcel.



Pero el caso Marta Couceiro – David Villafañe no se apagó con el veredicto. Desde el primer momento, David sostuvo que era inocente, incluso a costa de su propia situación penitenciaria. En los años siguientes rechazó pedir beneficios que exigían reconocer los hechos. Llegó a realizar tres huelgas de hambre, una de ellas de 62 días, como protesta por lo que consideraba una condena injusta. Su discurso se centraba en una idea: Marta no murió por la acción de otra persona, sino por un problema en el corazón que no había sido suficientemente estudiado.

A partir de ahí, el foco se desplazó al terreno médico. La defensa encargó informes a forenses externos, entre ellos el conocido doctor Luis Frontela, que revisaron el material disponible años después. Esos peritajes alternativos apuntaron a la posibilidad de que Marta sufriera una miocarditis —una inflamación del músculo cardiaco— y plantearon que la muerte podría haber sido natural. Con esos documentos, los abogados de David pidieron la revisión de la condena. El Supremo, sin embargo, rechazó la revisión al considerar que no aportaban pruebas nuevas con el peso suficiente para tumbar una sentencia firme. 

La batalla jurídica continuó. David presentó una querella por prevaricación contra los magistrados del Supremo que no admitieron la revisión, sin éxito. Más tarde, ya muy cerca del final de su condena, volvió a solicitar un nuevo estudio específico del corazón de Marta al Instituto Nacional de Toxicología, intentando reforzar la tesis de la miocarditis. De nuevo, los tribunales mantuvieron la validez del diagnóstico original y de la lectura que se hizo en los años 90.


En enero de 2017, tras algo más de 19 años en prisión, David Villafañe recuperó la libertad. Podría haber salido antes si hubiera aceptado la versión judicial completa, pero eligió cumplir la pena entera mientras seguía proclamando que él no había apagado la vida de Marta. Ya en la calle, ha llevado su causa al Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo, buscando que se reabra su caso por posible vulneración de garantías. Paralelamente, ha dado entrevistas en televisión, radio y redes, defendiendo su inocencia y señalando supuestos fallos en la autopsia original.

Del otro lado está la familia de Marta. Para ellos, la sentencia de 1998 puso palabras a lo que siempre sintieron: que alguien a quien ella quería y en quien confiaba traicionó esa confianza de la forma más cruel. Cada vez que David aparece en medios defendiendo su inocencia, sus padres y su hermana reviven el dolor. En programas como Espejo Público, la hermana de Marta ha intervenido en directo para pedir que no se blanquee la figura de quien, recuerdan, fue declarado culpable por un tribunal y cuya versión de la “muerte súbita” ya fue valorada y descartada por la justicia. 

El caso se ha mantenido muy vivo en la cultura del true crime española. Programas como “El Lector de Huesos” han reconstruido la investigación, entrevistando tanto a la madre de David como a forenses implicados, y planteando el choque entre la verdad judicial y las dudas científicas posteriores. Podcasts recientes han titulado episodios con preguntas abiertas: “Marta Couceiro: historia de un asesinato… ¿o no?”, dejando claro que, aunque la condena exista, el debate social sigue en marcha. 

Hoy, casi tres décadas después, el caso de Marta Couceiro y David Villafañe es una herida con dos relatos enfrentados. Por un lado, el de una familia que perdió a su hija de 17 años y que ve en la sentencia el único consuelo posible: un responsable identificado, un relato claro de lo que pasó en la casa de Gorliz y de por qué se firmaron aquellos seguros de vida. Por otro, el de un hombre que cumplió íntegramente los 19 años impuestos y que, aun así, no deja de repetir que Marta sufrió un fallo en el corazón y que la justicia se equivocó con él. Entre ambos relatos permanece, firme, la realidad jurídica: una condena ratificada varias veces y nunca anulada.

Una chica muy joven, empujada a firmar pólizas que no entendía del todo; una relación donde el amor y la dependencia se mezclaron con dinero y planes ocultos; una muerte en una casa familiar que todavía hoy nadie puede recordar sin estremecerse. Cada vez que se menciona a Marta Couceiro, conviene hacerlo como lo que fue antes de ser un expediente: una adolescente con futuro, no solo “la víctima de un crimen”. Y cada vez que se repite el nombre de David Villafañe, conviene recordar también que, más allá de debates mediáticos, hay una sentencia firme que le considera responsable, y una familia que lleva casi 30 años intentando que la historia de Marta no se pierda entre dudas, titulares y polémicas.

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