La noche en que Agnese desapareció en Marbella: el caso sin cuerpo que persigue a Puerto Banús


Agnese Klavina tenía 30 años cuando salió de fiesta por Marbella la noche del 5 de septiembre de 2014. Era una más entre las luces de Puerto Banús, entre música, turistas y coches de lujo. A las seis de la madrugada, las cámaras de seguridad del club Aqwa Mist la captaron por última vez: en la puerta, rodeada de desconocidos, mientras un hombre la sujetaba del brazo y le señalaba un Mercedes negro. Minutos después, el coche se alejaba de la discoteca. Nadie ha vuelto a verla desde entonces. 

Agnese había nacido en Riga, Letonia, y se había mudado a la Costa del Sol buscando lo que tantos buscan allí: trabajo, buen clima, una vida más luminosa. Trabajaba como camarera y hacía pequeños trabajos de imagen en locales de ocio de Marbella, moviéndose entre apartamentos compartidos, playas y noches largas de temporada alta. Su entorno la describía como alegre, sociable, con ganas de aprovechar la etapa española antes de decidir qué hacer con su futuro. 

La noche de su desaparición salió con amigas a Aqwa Mist, uno de los clubes más exclusivos de la zona. Entraron juntas, bailaron, bebieron, se mezclaron con el ambiente habitual de Puerto Banús: jóvenes, música alta, champagne y coches de alta gama aparcados en la puerta. Hacia las seis de la mañana, cuando el local empezaba a vaciarse, Agnese se quedó atrás. Sus amigas salieron antes; ella se quedó en la puerta, hablando con varios hombres que no formaban parte de su grupo. 


Las cámaras de seguridad muestran la escena con una claridad inquietante. Un hombre británico, Westley Capper, hijo de un conocido promotor inmobiliario, la agarra del brazo y le indica con el dedo su Mercedes S63 AMG, aparcado a pocos metros. Dentro está ya otro británico, Craig Porter. En el vídeo se aprecia que ella duda, gira la cara, parece resistirse. Un perito en conducta llegó a concluir que su lenguaje corporal no encaja con una marcha voluntaria y relajada. Aun así, termina subiendo al coche. Es el último rastro confirmado de Agnese Klavina. 

Cuando su entorno se dio cuenta de que no respondía a llamadas ni mensajes, la preocupación se convirtió en denuncia. No había movimiento en sus cuentas, no cogía el móvil, no apareció ni en su trabajo ni en su casa. La investigación policial se centró enseguida en lo que mostraban las cámaras: el Mercedes saliendo del club y, días después, nuevas imágenes aún más perturbadoras. En un puerto deportivo de Manilva, Puerto de la Duquesa, Capper, Porter y otros dos hombres aparecen cargando una gran maleta y una alfombra enrollada hacia un barco propiedad de Capper. La tesis de los investigadores: aquello no era equipaje normal. 

El barco zarpó mar adentro y regresó ligero. El cuerpo de Agnese nunca fue hallado, ni en tierra ni en el mar. Sin una escena clara ni restos físicos, la investigación se convirtió en un rompecabezas donde las piezas eran vídeos, movimientos de vehículos y contradicciones en las declaraciones. Mientras tanto, su familia en Letonia abría la página “Find Agnese Klavina”, se organizaban campañas y se repetía una misma idea: ella no habría desaparecido por decisión propia. 


Hubo que esperar a 2019 para ver a los sospechosos sentados en el banquillo. En marzo de ese año comenzó en la Audiencia Provincial de Málaga el juicio contra Westley Capper y Craig Porter, acusados de detención ilegal en relación con la desaparición de Agnese. La Fiscalía pedía 12 años de prisión para cada uno, basándose en las imágenes del club, en el Mercedes y en la secuencia del barco y la maleta. También se acusó al portero de Aqwa Mist de haber facilitado que ella no pudiera escapar del coche. 

La defensa sostuvo la versión opuesta: que Agnese salió del local por su propio pie, que subió al coche de forma consentida y que no había prueba directa de lo que ocurrió después. Argumentaron que las imágenes eran ambiguas, que no se ve ninguna agresión clara y que cualquier lectura posterior era una interpretación. Sin cuerpo, sin restos de ADN y sin testigos de lo que pasó tras cerrar la puerta del Mercedes, la sala se convirtió en un campo de batalla entre indicios y dudas razonables. 

El 20 de mayo de 2019 llegó la sentencia… y el jarro de agua fría para la familia. El tribunal descartó el delito de secuestro y solo condenó a Westley Capper por un delito de coacciones: dos años de prisión por hacer que Agnese subiera al coche “bajo presión”. Craig Porter recibió seis meses como cómplice. El portero fue absuelto. Ambos fueron condenados a pagar 10.000 euros en concepto de daños, una cifra que para los padres de Agnese sonaba a burla frente a la ausencia de su hija. 


La familia anunció de inmediato que recurriría ante el Tribunal Supremo, convencida de que lo ocurrido aquella noche fue mucho más grave que una simple “presión” a la puerta de una discoteca. Mientras el recurso se preparaba, el nombre de Capper apareció en otro sumario: en 2016, él y Porter se vieron implicados en un atropello mortal en San Pedro de Alcántara. Años después, en 2020, ambos evitaron la cárcel de nuevo tras una condena con pena suspendida, gracias en parte a una indemnización económica a la familia de la víctima. 

En julio de 2021, antes de que pudiera cumplirse la condena por el caso Agnese, Westley Capper murió en un hospital de Marbella tras sufrir un ictus supuestamente relacionado con la COVID-19. Se llevó consigo cualquier posibilidad de una confesión tardía. Para los padres de la joven letona, su fallecimiento fue un cierre en falso: un hombre clave en la historia salía de escena sin haber explicado qué ocurrió realmente con su hija. Porter, por su parte, cumplió la pena impuesta y siguió con su vida lejos de los focos. 

Cuando parecía que el caso quedaba atrapado para siempre en la categoría de “desaparición sin cuerpo”, en abril de 2023 un jardinero encontró restos óseos de una mujer junto a una maleta cerca de una urbanización de lujo en Benahavís, a pocos kilómetros de Marbella. Dentro había ropa y discos de una radial. Los análisis forenses apuntaban a que llevaba más de una década fallecida. Varios medios, citando fuentes policiales, señalaron que una de las líneas de trabajo era comparar el ADN con el de Agnese Klavina y otras mujeres desaparecidas en la zona. 


Algunos titulares hablaron de “posible giro” en el caso Agnese, y periódicos locales y británicos sugirieron que los restos hallados en la maleta podrían pertenecer a la joven letona. Sin embargo, hasta la fecha no se ha hecho pública ninguna confirmación oficial de que esos huesos correspondan a ella; los investigadores mantienen la identidad de la víctima en estudio, dentro del listado de cuerpos sin identificar de la provincia de Málaga. La maleta de Benahavís se ha convertido en otro misterio dentro del gran misterio. 

Hoy, más de once años después de aquella noche en Aqwa Mist, el caso de la desaparición de Agnese Klavina sigue sin cuerpo, sin escena final y sin una verdad judicial que satisfaga a su familia. Existe una sentencia por coacciones, un sospechoso principal fallecido, un cómplice que apenas pasó unos meses bajo condena y una serie de imágenes borrosas que muestran lo último que se sabe de ella: una chica extranjera, de madrugada, tomada del brazo a la puerta de una discoteca de lujo.

¿Cómo se aprende a vivir sabiendo que el último trayecto de tu hija puede haber terminado en el fondo del mar o en una zanja anónima, mientras los responsables apenas pisan un juzgado y vuelven a casa? ¿Y cuántas otras Agnese caminan hoy de madrugada entre luces de neón y música alta, sin imaginar que alguien ya ha puesto los ojos en ellas y está a punto de convertir una simple noche de fiesta en un enigma que durará décadas?

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