El caso de Marta del Castillo: la verdad enterrada en silencio


 Era la noche del 24 de enero de 2009, en Sevilla. Marta del Castillo, una joven de 17 años, salió de casa con la promesa de volver pronto. Sus padres confiaron en que sería una salida breve, como tantas otras. Pero esa noche, Marta nunca regresó. Su ausencia marcó el inicio de una de las desapariciones más mediáticas y dolorosas de la historia reciente de España.

La denuncia se presentó de inmediato y las primeras horas fueron una carrera contra el tiempo. Amigos, familiares y vecinos comenzaron a repartir carteles con su rostro. Los noticieros abrían con su nombre. España entera se volcó en su búsqueda, siguiendo cada detalle, cada mínima pista que pudiera devolver a Marta a su hogar.

Pocos días después, la investigación dio un giro inesperado. Miguel Carcaño, exnovio de Marta, confesó haber acabado con su vida. Su declaración estremeció al país, pero lejos de aclarar lo sucedido, abrió un laberinto de mentiras, contradicciones y versiones imposibles.


Carcaño cambió su historia en múltiples ocasiones. Primero aseguró que había arrojado el cuerpo al río Guadalquivir, lo que desató un operativo de búsqueda masivo en las aguas. Cuando nada apareció, dijo que lo había dejado en un vertedero. Más tarde, señaló otros lugares, cada uno con sus propios rastreos y excavaciones. Todos terminaron en el mismo punto: el vacío.

La justicia lo condenó en 2011 a 20 años de prisión por asesinato. Sin embargo, el gran enigma del caso —el paradero del cuerpo de Marta— nunca se resolvió. La falta de respuestas convirtió la condena en una victoria a medias: había un culpable, pero no había verdad completa ni un lugar donde la familia pudiera llorarla.

El caso se volvió un espejo de las deficiencias judiciales y policiales en situaciones de desapariciones. Miles de horas de búsqueda, declaraciones contradictorias y la frustración de unos padres que nunca han dejado de alzar la voz, hicieron de Marta un símbolo nacional de lucha por los desaparecidos.


Su familia, encabezada por sus padres Antonio del Castillo y Eva Casanueva, se ha convertido en referente de resistencia y reclamo de justicia. A lo largo de los años, han pedido nuevas investigaciones, revisiones del caso y han mantenido viva la memoria de su hija frente a una sociedad que no olvida.

Más de una década después, Marta del Castillo sigue desaparecida. No hay tumba, no hay flores, no hay un lugar al que acudir. Solo la herida abierta de una familia que continúa buscando, esperando el día en que las mentiras cedan y la verdad salga a la luz.


Marta tenía 17 años. Estaba en la frontera entre la adolescencia y la adultez, con sueños por cumplir y una vida entera por delante. Pero la manipulación, el silencio y el engaño la condenaron a desaparecer en un limbo del que nadie ha sabido rescatarla.

Porque a veces, lo más aterrador no es perder a alguien para siempre…
sino vivir sabiendo que la verdad existe, pero está enterrada bajo capas de mentiras que nunca revelan dónde descansa.

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