El guardia de la fe que fabricó las sombras: el caso de Chris Coleman

 

Desde afuera, eran la postal perfecta: Sheri, 31; los niños, Garett (11) y Gavin (9); y Chris Coleman, jefe de seguridad de la televangelista Joyce Meyer, sueldo estable, fama de hombre de iglesia. Pero esa fachada tenía grietas: una relación extramarital y el miedo a perder el empleo si se divorciaba. A fines de 2008, Chris empezó a denunciar amenazas “por su trabajo”; meses después, el 5 de mayo de 2009, su familia apareció estrangulada en la casa de Columbia, Illinois. El relato del protector que se convirtió en víctima se derrumbaría pieza a pieza. 

El montaje había comenzado mucho antes del crimen. Llegaron correos y cartas anónimas a su buzón —“te estoy observando”— y la policía incluso montó una cámara frente a la casa para atrapar al supuesto acosador. Cuando los agentes entraron a la vivienda tras el 911, hallaron mensajes amenazantes rojos rociados en las paredes (“Punished”, “You have paid”), como si el asesino hubiera firmado la escena. No era un misterio gótico: era la coartada en aerosol de un hombre que se decía perseguido. 


La columna del motivo estaba en Florida. La “amiga” era Tara Lintz, conocida del instituto de Sheri. De su portátil y su BlackBerry salieron fotos, correos, videos y un calendario con planes de boda; Lintz contó que Chris le prometió separarse. En su testimonio, Joyce Meyer admitió que una aventura podía costarle el trabajo. Aquel hombre que lloraba en cámara juraba que no era infiel; sus rutas, sus recibos y los equipos informáticos contaron otra versión. 

El laboratorio remató lo que faltaba. La fiscalía sostuvo que Sheri y los niños fueron asesinados horas antes de que Chris dijera ir al gimnasio. Los peritos vincularon el “escrito” de la escena con una compra previa: pintura en aerosol Apple Red Rust-Oleum pagada con la tarjeta encontrada en la casa; además, fotos y testigos registraron arañazos “inexplicados” en el brazo derecho de Chris, visibles el mismo día. La historia del acosador externo perdía color con cada pericia. 


En mayo de 2011, un jurado lo declaró culpable de tres homicidios en primer grado; recibió tres cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional. Las apelaciones no movieron la aguja: en 2014, la Cámara de Apelaciones confirmó la condena; en 2015, la Corte Suprema de Illinois rechazó revisar el caso; en 2020 un juez negó un nuevo juicio, y en 2023 otro fallo volvió a recordar que las sentencias siguen firmes. La justicia no compró el guion del “enemigo de la fe”; vio a un hombre que fabricó sus propias sombras. 

Sheri confió en su esposo; Garett y Gavin veían a un héroe. Lo que tuvieron fue un autor que pintó amenazas, escribió cartas y, cuando tocó decidir, eligió borrar a los suyos antes que perder su imagen. En “Pesadillas en tu pantalla” queda la advertencia: a veces el monstruo no viene de un callejón, sino de quien jura protegerte. Y cuando alguien fabrica sombras con tanto esmero, no es para esconder un peligro ajeno… es para tapar la propia verdad. 



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