Antonio Anglés: la fuga imposible del monstruo de Alcàsser


La noche del 13 de noviembre de 1992 partió el horror: Míriam, Toñi y Desirée desaparecieron cuando hacían autoestop para ir a la discoteca Coolor, en Picassent (Valencia). Setenta y cinco días después, el 27 de enero de 1993, dos apicultores hallaron sus cuerpos semienterrados en La Romana (Tous). Aquel hallazgo, y lo que revelaron las autopsias, congeló a España. 

Junto a la fosa apareció un volante médico del Hospital La Fe a nombre de Enrique Anglés. Esa pista llevó a la Guardia Civil a la casa familiar de Catarroja; cuando los agentes llegaron, Antonio Anglés, hermano de Enrique, se fugó por una ventana y huyó por los tejados. Desde ese segundo empezó una persecución a contrarreloj que aún no ha terminado. 

Durante semanas, Anglés se movió por la provincia de Valencia y fue casi capturado en Vilamarxant y Benaguasil. Después apareció su rastro en Minglanilla (Cuenca), la última localidad española donde se le vio antes de perderle pista camino de Portugal. En marzo de 1993, Lisboa iba a ser el trampolín de su desaparición. 


Allí, según la reconstrucción judicial, Anglés se coló como polizón en el mercante City of Plymouth, con destino a Irlanda. Un oficial del barco declaró años después que el polizón era él: lo sorprendieron a bordo y lo encerraron en un camarote, pero escapó por la ventana. Al poco, un avión de reconocimiento lo avistó en una balsa y el buque regresó para recogerlo; lo volvieron a encerrar… y volvió a escapar, esta vez descolgándose con una cuerda cuando el barco atracó en Dublín. Desde entonces, nadie lo ha vuelto a ver. 

La hipótesis “irlandesa” no es la única. Otra sostiene que pudo tomar otro barco hacia Brasil, donde tenía nacionalidad, y desaparecer con identidad legal. Pero tres décadas de pesquisas internacionales no han podido confirmarlo. Lo único indiscutible es que la huida de Anglés sigue siendo una de las evasiones más asombrosas —y humillantes— para la policía europea. 

Mientras tanto, Miguel Ricart fue el único juzgado y condenado por el triple crimen (170 años de prisión en 1997). Salió en 2013 tras la anulación de la doctrina Parot, y el foco volvió a fijarse en el gran ausente: ¿actuó Anglés solo con Ricart o hubo más manos? La causa penal permanece abierta, a la espera del fugitivo. 


En 2020 y 2021, la jueza de Alzira reactivó la investigación sobre la fuga: rogatorias para tomar declaración al capitán y tripulantes del City of Plymouth, cooperación con Reino Unido e Irlanda y nuevas diligencias para reconstruir minuto a minuto aquel viaje. La Policía Nacional también lanzó una campaña europea para recopilar pistas. Pese a ello, el paradero del prófugo siguió en sombra. 

En mayo de 2024, un juzgado rechazó declarar oficialmente muerto a Anglés: hay investigación activa y no hay pruebas de su fallecimiento. Para Interpol, sigue vivo y en busca y captura por secuestro, violación, asesinatos, inhumación ilegal y armas, con 1,75 m y ojos azules como señas en los ficheros públicos. 

Un dato clave para entender la urgencia: distintos autos y coberturas recuerdan que la responsabilidad penal vinculado al caso prescribiría en 2029 si el fugitivo no es puesto a disposición de la justicia. Es la cuenta atrás silenciosa de un país que aún debe una respuesta completa a las niñas de Alcàsser. 


Treinta y dos años después, Antonio Anglés es un fantasma con nombre y apellidos: pudo caer al mar helado frente a Irlanda o perderse entre multitudes en cualquier puerto del mundo. La tragedia de Alcàsser quedó juzgada a medias; la huida del sospechoso principal la convirtió en herida histórica. Y la pregunta que hiela se repite: ¿murió bajo las olas… o sigue caminando entre nosotros?

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