María Teresa Fernández: la feria que nunca terminó

Era la noche del 18 de agosto del año 2000 en Motril, Granada.
La ciudad vibraba con la feria de verano, luces y música en cada esquina, y un concierto de Café Quijano que prometía ser la cita de la noche. Entre la multitud estaba María Teresa Fernández Martín, de 18 años, que salió de casa con la ilusión de disfrutar con sus amigos. Prometió volver pronto. Nunca lo hizo.

Su padre, Antonio, la acompañó hasta la Avenida de Andalucía, donde había quedado. Desde allí debía dirigirse al recinto ferial, apenas a dos kilómetros. A las 21:53, María Teresa envió un mensaje a su novio: “Puede que tarde, pero voy. Espérame.” Ese fue el último rastro. No llegó al concierto, ni al encuentro, ni de regreso a casa.

Las horas siguientes se convirtieron en angustia. Al día siguiente, la ciudad estaba empapelada con su rostro. Carteles, llamadas, entrevistas… Motril entero se volcó en la búsqueda. Pero María Teresa parecía haberse desvanecido en apenas unos minutos de trayecto.


Desde el principio, su familia descartó la idea de una fuga voluntaria. María Teresa era cercana, responsable, sin conflictos que justificaran una desaparición. Para ellos, la clave estuvo en la reacción tardía: se perdió un tiempo decisivo en aquellos primeros momentos, cuando aún podían haberse seguido pistas frescas.

La hipótesis más aceptada por los investigadores y por la familia es que María Teresa se subió a un coche conocido. Tal vez alguien la llamó desde la acera, tal vez fue un gesto rápido de confianza… y en cuestión de segundos, la joven quedó atrapada en un destino del que nunca regresó.

Años más tarde, el caso se mezcló con otros nombres de la crónica negra. Tony Alexander King, condenado por los asesinatos de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes, insinuó que otro británico, Robert Graham, había estado implicado en la desaparición de María Teresa. La familia pidió un careo entre ambos, pero la justicia nunca encontró pruebas firmes. Aquella línea de investigación quedó en nada.


El expediente nunca se cerró. En 2023, un equipo especializado de la Policía Nacional revisó el caso “desde el principio”: cronologías, testimonios, restos de pruebas forenses. El objetivo era buscar fallos en la investigación original y abrir nuevas pistas. A día de hoy, no hay imputados ni hallazgos concluyentes.

Cada agosto, Motril recuerda a María Teresa. En los actos conmemorativos, se elevan globos blancos, se encienden velas y su familia lanza un mismo mensaje: “Alguien tuvo que ver algo”. Veinticinco años después, el dolor sigue siendo el mismo, y la esperanza, aunque herida, continúa viva.

Las preguntas pesan más que nunca:
¿Quién la abordó en aquel corto trayecto?
¿Dónde se rompió su rastro entre la avenida y el ferial?
¿Y cómo pudieron perderse las pocas pistas que existían?


Porque lo más aterrador no siempre es la muerte confirmada…
sino la desaparición que condena a una familia a vivir entre la esperanza y la desesperación.
Una feria encendida, una avenida cualquiera y una joven que dijo “voy” y se desvaneció.
Motril, un cuarto de siglo después, sigue esperando a María Teresa.

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