Blanca Fernández Ochoa: la medallista que se perdió en Cercedilla y el país que salió a buscarla

La mañana del 24 de agosto de 2019, Blanca Fernández Ochoa —56 años, pionera del esquí español, madre de dos hijos— salió con su coche y dejó dicho que necesitaba desconectar. Días después, su Mercedes Clase A apareció estacionado en un aparcamiento de senderistas en Cercedilla, en pleno Guadarrama, la montaña de su vida. La inquietud se volvió alarma: su móvil en silencio, ningún rastro, y un último destino que resumía toda su biografía. 

Lo que siguió fue una búsqueda sin precedentes para una persona desaparecida en la sierra madrileña. Helicópteros, drones, guías caninos, más de 300 efectivos y una marea de voluntarios peinaron pistas y cortafuegos durante once días. Cercedilla salió a la montaña como si la cuna del esquí español pudiera devolver a su hija más ilustre. España entera miraba a la cordillera con la respiración contenida. 

El 4 de septiembre de 2019, un guardia civil de la sección canina, fuera de servicio y vecino de Cercedilla, halló un cuerpo en la zona de La Peñota. Su perra, Xena, le marcó un rastro en un canchal agreste. El dispositivo se activó y confirmó la peor noticia: era Blanca. El hallazgo se produjo a unas dos horas de marcha del aparcamiento donde se localizó su coche. 


Las primeras informaciones forenses fueron prudentes. No aparecieron signos evidentes de violencia ni traumatismos concluyentes; sí restos de medicación habitual en análisis preliminares. Con el cuerpo muy deteriorado por la intemperie, las fuentes judiciales evitaron cerrar una causa única: se barajó intoxicación medicamentosa y caída accidental, pero no hubo dictamen definitivo público sobre una sola causa de muerte. La montaña guardó parte del misterio. 

La escena —un bote de pastillas cerca, una mochila con agua y comida— invitaba a pensar en una marcha solitaria y silenciosa. No hubo carta de despedida. Los investigadores reconstruyeron un trayecto compatible con una caminata de desconexión que terminó fuera de camino. La prudencia forense, poco habitual en el estrépito mediático, fue aquí un dique: no todas las preguntas tienen respuesta cerrada. 

Para entender el impacto, hay que recordar quién fue Blanca. Primera mujer española en ganar una medalla olímpica de invierno —bronce en eslalon, Albertville 1992—, abanderada en dos Juegos y figura totémica de un país que aprendió a mirar la nieve a través de la saga Fernández Ochoa, con su hermano Paco (oro en Sapporo 1972) como leyenda mayor. En la Copa del Mundo sumó victorias y podios que aún hoy visten la hemeroteca de gloria. 


La retirada dejó huecos que la reconocible sonrisa no siempre llenó: altibajos personales, etapas de depresión, reinvenciones televisivas, talleres con jóvenes, vida entre cumbres y valles. Su desaparición activó algo más que un protocolo: activó una memoria compartida, la de una generación que la vio abrir puertas en un deporte y en un calendario que apenas reservaba sitio a las mujeres. 

Cercedilla despidió a Blanca como se despide a quien es parte del paisaje. Días después, la familia anunció que sus cenizas descansarían en la sierra, el mismo escenario donde entrenó, se refugió y, finalmente, se apagó. Era un gesto coherente con la vida que había elegido: la montaña como hogar y como última palabra. 

El caso dejó también lecciones operativas: la importancia del aviso temprano, la coordinación entre cuerpos, la utilidad —y límites— de la tecnología en terreno rocoso, y el valor insustituible del olfato canino cuando la orografía se impone. El hallazgo de Xena, guiando a su compañero humano fuera de servicio, quedó como símbolo de cómo la búsqueda es, a veces, acto cívico además de tarea policial. 


Al final, no hubo culpables a quien señalar. Hubo una ausencia que heló a un país, un duelo que cruzó el deporte y la cultura popular, y una verdad sobria: Blanca subió a “su” montaña a desconectar y ya no volvió. La nieve que la vio crecer no estaba ese día; sí la piedra y el silencio. En los mapas de la memoria, Cercedilla quedó marcada por un nombre propio y por un abrazo colectivo que llegó tarde, pero llegó. 

Publicar un comentario

0 Comentarios