Khrystyna Savenchuk: la estudiante de Xàbia que salió hacia el instituto y nunca llegó (2014)


Salió de casa el martes 20 de mayo de 2014 para ir al IES Nº1 de Xàbia, como cada mañana. Tenía 15 años, vivía con sus padres —recién llegados de Ucrania— y cursaba 1º de ESO. No llegó a entrar en clase. Desde entonces, la pregunta sigue intacta: ¿dónde está Khrystyna Savenchuk? 

Aquel mismo día, la comunidad educativa y la familia encendieron la búsqueda. El centro leyó un manifiesto, se pegaron carteles por la Marina Alta y se pidió colaboración ciudadana. La Guardia Civil abrió diligencias y, desde el minuto uno, trabajó el caso como una desaparición en entorno urbano con trayecto muy corto y sin testigos directos. 

Pronto se conocieron dos datos que han marcado el expediente: en su habitación apareció una carta de despedida y, según la investigación periodística, su historial de internet reciente había sido borrado. Con todo, no surgió un “paradero probable”. La carta, por sí sola, no justificaba una fuga sostenida en el tiempo; y no hubo movimientos bancarios ni rastro digital fiable tras ese día. 


En paralelo, el instituto y el ayuntamiento difundieron avisos también en alemán. ¿Por qué? Porque en las primeras semanas circuló una hipótesis: un contacto sentimental —mayor de edad— residía en Alemania. Se pidió difundir su ficha en torno a Koblenz y Frankfurt, aunque esa línea se debilitó tiempo después por falta de indicios sólidos. 

Diez años después, la cronología oficial sigue detenida en el mismo punto: sale de casa rumbo al centro escolar, no llega al aula y desaparece sin dejar rastro. La propia fundación QSDglobal recuerda que, pese a la carta y al borrado del historial, no hay ninguna pista verificada que sitúe a Khrystyna fuera de Xàbia aquel 20 de mayo. 

El caso se ha mantenido vivo gracias a la presión cívica. Cada aniversario, el IES Nº1 organiza actos en su memoria, y medios locales han vuelto a poner su rostro en portada: “Diez años sin Khrystyna: la búsqueda continúa”. No hay cierre, no hay archivo definitivo; solo la persistencia de un pueblo que se niega a olvidar. 


¿Qué sabemos y qué no? Sabemos la hora aproximada de salida, el destino previsto, la ausencia de llegada al instituto y la existencia de una nota. Sabemos que la carta aludía a una ruptura y que se exploró la pista alemana. No sabemos si alguien la recogió en ruta, si cambió voluntariamente de recorrido o si hubo un encuentro concertado. Y no hay evidencias públicas de desplazamiento interurbano ese mismo día. 

La ausencia de teléfono y de movimientos de dinero posteriores encaja mal con una “huida” de larga duración; pero tampoco hay escena de crimen, ni hallazgo de pertenencias, ni señales físicas que confirmen una intervención violenta. Ese vacío probatorio es, a la vez, el mayor obstáculo investigativo y el motivo por el que el expediente sigue abierto. 

Con los años, la historia de Khrystyna se ha convertido en símbolo de las desapariciones juveniles de trayecto corto: pocos minutos, un camino conocido, cero testigos clave. Su nombre aparece de forma recurrente en campañas de entidades como QSDglobal y en recordatorios locales, porque —como repiten sus profesores— “nadie desaparece de un aula si toda la sociedad mira”. 


Si la ves en fotos, sonríe como cualquier adolescente. La última certeza es sencilla y demoledora: salió de casa con la mochila para ir a clase; nunca volvió. Si tienes cualquier dato, por pequeño que sea, la Guardia Civil y las plataformas ciudadanas siguen recogiendo información. Porque, en Xàbia, la pregunta no ha cambiado en una década: ¿dónde está Khrystyna? 

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