Rosalía Cáceres: la vecina que salió a caminar y no volvió (Bohonal de Ibor, 25 de mayo de 2020)

Amanecía claro en Bohonal de Ibor cuando Rosalía Cáceres Gómez, 74 años, cogió su gorra y su bastón para dar el paseo de cada mañana por los caminos que rodean el pueblo. Habló con su hijo, habló con una prima, y prometió volver en un rato. No volvió. Desde ese 25 de mayo de 2020, su rastro se corta como un hilo limpio sobre la dehesa. 

La alerta se activó ese mismo día. La Guardia Civil coordinó batidas por pistas, arroyos y jarales; usaron perros, drones y patrullas a pie y en todoterreno. El teléfono de Rosalía dejó de dar señal al poco de esas últimas llamadas. Ni un pañuelo, ni una pisada fiable, ni una cámara rural que ofreciera una silueta. El monte, a pleno sol, devolvía silencio. 

La ficha oficial la describe 1,55 m, 55 kg, pelo castaño corto y ondulado, ojos marrones; salió con camisa blanca y ropa cómoda de paseo. Dato a dato, la cartelería de SOSDesaparecidos y del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) puso su rostro en marquesinas, redes y noticias locales. Cinco años después, su ficha sigue activa. 


Con el tiempo, el caso dejó de ser solo una ausencia y se volvió una pregunta fija en la plaza del pueblo. La familia sostiene dos líneas: accidente en terreno abrupto o implicación de terceras personas. El yerno de Rosalía y portavoz, Salvador Serrano, lo ha repetido en radios y concentraciones: “la creencia popular es que hay alguien implicado, ya sea por un motivo desconocido o por un posible accidente cuyas consecuencias no se quieren asumir”. 

En estos años se han sucedido marchas, minutos de silencio y homenajes en Bohonal; el pueblo no la ha soltado. En mayo de 2024 y mayo de 2025 volvieron a reunirse frente al ayuntamiento con un lema sencillo: “¿Dónde está Rosalía?”. Cada acto terminó con la misma petición: más medios y mirada nueva para una investigación que, en el terreno, ya peinó todo lo peinable. 

La reclamación más concreta tiene siglas: UCO. La familia ha solicitado que la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil asuma el caso, como hizo con Manuela Chavero o Francisca Cadenas. “Tras cinco años sin pista ni testimonio revelador —explican—, necesitamos un equipo nuevo, otra metodología y ojos que no estén cansados”. En mayo de 2025 volvieron a formalizar esa petición. 


El expediente, recuerdan los periodistas locales, sigue abierto. No hay indicio que permita cerrar ninguna hipótesis; tampoco hay hallazgo que permita descartar la acción de un tercero. Las notas de prensa oficiales repiten la fórmula: colaboración ciudadana, cualquier detalle puede ser clave. Detrás de la fórmula hay algo real: en desapariciones rurales sin escena, a veces la diferencia la hace un recuerdo tardío o una foto antigua de caza o de campo en la que se intuye una figura donde nadie miró. 

A veces, para entender por qué no hay rastro, hay que mirar el mapa: caminos vecinales que se disuelven en jaras, barrancos suaves, embalses cercanos y fincas con alambradas. Un traspié puede esconder un cuerpo a metros del sendero; una intervención de terceros puede borrar el rastro en minutos. La estadística no consuela, pero enseña: cuanto más temprana y densa es la búsqueda, más probabilidad de hallazgo; aquí, pese a la rapidez, el terreno no habló. 

Mientras tanto, la memoria pública de Rosalía no ha aflojado. QSDglobal, Canal Extremadura, EFE y la prensa provincial han mantenido sus fechas, su foto y su nombre en circulación. No es un formalismo: mantener vivo el caso evita que el expediente se oxide. Cada aniversario, Salvador lee un manifiesto que arranca igual: “pedimos y suplicamos una explicación razonable de por qué Rosalía no está aquí con nosotros… y por qué aún no tenemos respuestas”. 


Si viste algo el 25 de mayo de 2020 en Bohonal de Ibor o en sus caminos —un encuentro, un desvío, una conversación—, llama al 062 o aporta el dato en los canales de Personas Desaparecidas. Rosalía salió a caminar una mañana de primavera y no volvió. En pueblos pequeños, la verdad suele estar más cerca de lo que parece. A veces, es una frase que alguien no se atreve a decir. 

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