La historia de Fernando U. R., 49 años, empieza a desdibujarse a mediados de agosto de 2025, en uno de esos días de calor espeso en la provincia de Granada en los que el asfalto arde y las montañas parecen más lejanas de lo normal. Entre Maracena y Iznalloz, dos nombres que desde entonces van siempre pegados al suyo, el rastro de este hombre se corta en seco. Ni una llamada, ni un mensaje, ni una cámara que nos regale la última secuencia clara. Solo una fecha y un lugar discutido en los papeles, y una frase que ya se ha repetido demasiado: “no hay pistas sobre su paradero”.
Antes de ser solo iniciales, Fernando era un hombre reconocible al instante. La ficha del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) habla de un varón de 49 años, 1,65 de estatura, unos 85 kilos, pelo castaño, rizado y largo, ojos azules y complexión normal. La alerta de SOS Desaparecidos matiza levemente esas cifras: 1,67, pelo castaño rizado, ojos verdes, complexión atlética. En el cartel se le ve con el pelo oscuro abundante, barba bien definida y una expresión seria que, mirando hacia atrás, parece casi una advertencia congelada. Son pequeños detalles, pero en un caso así lo son todo: es la imagen que miles de personas llevan en el móvil mientras leen la palabra URGENTE.
El mapa de su desaparición se parte en dos. El CNDES sitúa el punto cero el 14 de agosto de 2025 en Iznalloz, una localidad de la comarca de Los Montes, a los pies de la Sierra Arana, una zona de campo, monte, barrancos y pistas forestales entre olivos y pinares. La alerta de SOS Desaparecidos y la plataforma Adonay, en cambio, fijan la desaparición el 15 de agosto en Maracena, municipio del área metropolitana de Granada. Dos fechas separadas por 24 horas, dos lugares conectados por carretera y rutina. Nada en abierto explica todavía qué ocurrió exactamente en esas últimas horas ni por qué los registros oficiales no terminan de encajar.
Lo poco que se sabe —y se puede contar sin inventar— es que Fernando U. R. desaparece a mediados de agosto, en plenas fiestas y desplazamientos veraniegos, y que desde ese momento nadie de su entorno ha vuelto a verlo. La nota de La Vanguardia del 3 de septiembre, citando al CNDES, habla claro: hombre de 49 años desaparecido el 14 de agosto en Iznalloz, se activa una alerta para pedir ayuda ciudadana. GranadaDiario añade después otro matiz: Fernando “lleva desaparecido desde el 14 de agosto” y el caso se vincula a Iznalloz desde el principio, aunque el foco mediático acabe girando una y otra vez hacia Maracena, donde tendría su entorno más cercano.
La primera gran llamada pública llega el 3 de septiembre de 2025, cuando el Centro Nacional de Desaparecidos lanza una alerta oficial: se busca a Fernando, 49 años, desaparecido el 14 de agosto en Iznalloz (Granada). Se difunde su foto, sus rasgos físicos y se pide a quien sepa algo que contacte con la Guardia Civil en el 062. Es decir, casi tres semanas después de perderle la pista. En términos de investigación de desapariciones, es una eternidad: cámaras que ya se han sobrescrito, testigos que olvidan detalles, rutinas que se diluyen en el calendario.
El 1 de octubre se produce la segunda oleada: SOS Desaparecidos activa su propia alerta, esta vez hablando de desaparición el 15 de agosto en Maracena. Ahí se fija la descripción que circulará sobre todo en redes: 1,67 de estatura, pelo castaño y rizado, ojos verdes, complexión atlética. La imagen de Fernando empieza a saltar de X a Instagram, de la cuenta oficial de SOS a la Plataforma Adonay, multiplicándose en reels y publicaciones con hashtags como #Desaparecido, #Granada o #Maracena. Para entonces, el caso ya ha cruzado la frontera de lo local: hay gente en toda España compartiendo la cara de un hombre al que nunca han visto, pero que podrían cruzarse en cualquier estación de servicio, bar o portal.
A nivel local, la prensa granadina mantiene el nombre de Fernando en circulación. El 29 de septiembre, GranadaDiario titula: “Fernando U. R: la alerta sigue activa por el desaparecido en Maracena desde agosto”, recordando que tiene 49 años y que nadie sabe nada de él desde el 15 de agosto. El 14 de noviembre, otro golpe: “Tres meses sin noticias de Fernando, desaparecido en Granada”, y una frase que hiela: “Fernando U. R., de 49 años, desapareció el 14 de agosto en Iznalloz (Granada)”. Tres meses. Ni un hallazgo, ni un avistamiento confirmado, ni un objeto personal que permita reconstruir el recorrido. Solo tiempo acumulándose sobre un vacío.
Lo más perturbador del caso Fernando U. R. es precisamente eso: no hay una sola pista sólida hecha pública. La Vanguardia insiste en que “no hay pistas sobre su paradero” y que el objetivo de difundir su imagen es lograr que cualquier dato relevante llegue rápido a las autoridades. No se habla de vehículo abandonado, ni de discusión previa, ni de mensajes de despedida, ni de problemas de salud o adicciones. Nada. Solo un hombre desaparecido entre un municipio de montaña como Iznalloz, con sus sierras y caminos rurales, y un entorno urbano como Maracena, atravesado por carreteras, polígonos y rutinas anónimas.
Mientras su expediente se engrosa, las peticiones de colaboración se repiten con la misma letanía: si tienes información, llama a la Guardia Civil (062), al teléfono de emergencias 112, o a los números y correo de SOS Desaparecidos. La alerta difundida por la asociación recuerda que puede contactarse con ellos en el 868 286 726 o vía info@sosdesaparecidos.es, además de los canales habituales. Las redes oficiales del CNDES mantienen también el formulario abierto para aportar detalles sobre Fernando, activo semanas y meses después, una señal clara de que el caso no ha sido archivado.
En paralelo, la foto de Fernando se inserta en un contexto mucho más amplio y frío: el de las desapariciones en España. El último informe oficial del Ministerio del Interior detalla que, solo en 2024, las Fuerzas de Seguridad investigaron 16.147 desapariciones, un 6 % más que el año anterior. La cara “positiva” del dato es que el 95,5 % de las denuncias se esclarecen, y que el 72 % de los casos se resuelven en menos de una semana. La cara oscura es la que representa Fernando: ese pequeño porcentaje de personas que no aparecen ni en días, ni en semanas, ni en meses, y que acaban convertidas en huecos estables en la estadística.
Iznalloz, señalado en el CNDES como lugar de desaparición, no es un simple punto en el mapa. Es un municipio de algo más de siete mil habitantes, encajado entre la Sierra Arana y el río Cubillas, con pistas forestales, barrancos, parajes como El Sotillo y una extensa superficie de monte donde una persona puede perderse… o quedar oculta durante mucho tiempo. Maracena, por su parte, es puro cinturón metropolitano: tráfico, polígonos, bloques de pisos, tránsito constante. Entre ambos mundos —lo rural abrupto y lo urbano anónimo— se mueve la incógnita: ¿accidente en una zona complicada?, ¿desaparición voluntaria?, ¿intervención de terceras personas? No hay datos en abierto que permitan inclinar la balanza hacia una teoría u otra. Cualquier explicación, por ahora, es solo hipótesis.
Lo que sí es seguro es el impacto que deja una ausencia así. Aunque los medios no han publicado testimonios directos de la familia de Fernando, basta escuchar a otras familias en situaciones parecidas para entender la dimensión del golpe: trabajos en pausa, móviles siempre con batería, noches sin dormir cada vez que suena un número desconocido. En Granada, su nombre aparece ya mencionado junto al de otros desaparecidos recientes —jóvenes, mayores, personas vulnerables— en artículos que hablan de “casos que se alargan” y de comunidades que empiezan a convivir con la idea de que cualquiera puede dejar de estar de un día para otro.
Si estás leyendo esto desde Granada, la provincia de Granada o cualquier punto de España, la llamada es directa: si crees haber visto a alguien que se parezca a Fernando U. R., no lo dejes en un “me suena esa cara”. Recuerda su descripción: 49 años, alrededor de 1,65–1,67 de estatura, complexión entre normal y atlética, pelo castaño rizado y largo, ojos claros (azules o verdosos según las fichas). Ante la duda, la recomendación de las asociaciones es siempre la misma: llama a la Guardia Civil (062), al 112, o a SOS Desaparecidos y deja constancia del lugar, la hora y las circunstancias. En un caso sin pistas claras, una llamada aparentemente pequeña puede ser la única grieta en un muro que lleva meses levantándose.
Hoy, Fernando U. R. sigue oficialmente desaparecido. Su ficha continúa activa en el CNDES, su cartel se sigue compartiendo en redes y medios locales como GranadaDiario recuerdan, cada cierto tiempo, que “han pasado ya tres meses sin noticias de Fernando”. No hay confirmación de que esté vivo ni constancia de que haya fallecido. Solo un hombre de 49 años que salió un día de agosto de 2025 entre Maracena e Iznalloz y no volvió a casa. Y una provincia entera con la sensación incómoda de que, en algún punto de su geografía —rural o urbana—, hay respuestas que siguen sin ser miradas de frente.
Hasta que esas respuestas lleguen, el caso de Fernando U. R. seguirá siendo exactamente eso que estás pensando mientras lees: una pesadilla abierta. Un rostro que aparece en tu pantalla con la palabra DESAPARECIDO en rojo, un nombre recortado en iniciales y dos fechas casi idénticas que no explican nada. Entre Maracena e Iznalloz, entre la montaña y el asfalto, entre las estadísticas y la vida real, falta una persona. Y el verdadero terror, aquí, no es lo que imaginamos… sino lo que aún no sabemos.
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