Cuando el 1 de diciembre de 2011 anochecía sobre Torrelavega (Cantabria), nadie imaginaba que, para una familia, esa fecha iba a quedarse clavada para siempre. A partir de ese día, el nombre de Francisco “Paco” Quesada Sousa, 48 años, se quedaría fijado en carteles de desaparecido, en hashtags y en expedientes policiales, pero no en ningún lugar físico que se pudiera señalar. En los registros oficiales consta una frase fría: “desaparecido el 01/12/2011 en Torrelavega, Cantabria”.
Antes de ser “el desaparecido Paco Quesada”, Francisco era un hombre en plena madurez: 48 años, 1,70 de estatura, complexión atlética, pelo negro corto y liso, ojos marrones y una leve cojera por un accidente previo, según la ficha de SOS Desaparecidos. Tenía vida familiar, trabajo —los medios mencionan que tenía un taller, con al menos un empleado que luego declararía en la investigación— y una rutina más o menos estable en Torrelavega. Nada en su perfil encajaba con la idea de alguien que, de un día para otro, decide esfumarse sin dejar rastro.
El 1 de diciembre de 2011, según el relato que su familia escuchó entonces, todo habría estallado en casa. La versión que la esposa de Paco dio a los suyos fue que se produjo una fuerte discusión, que él llegó antes, la increpó al regresar ella, y que la tensión subió hasta convertirse en un episodio violento. Contó que Paco habría agredido tanto a ella como a la hija de ambos, de 17 años, en un ataque de celos, y que después de aquello él se marchó de la vivienda. También habló de supuestos problemas de adicción a drogas y alcohol, tratando de perfilarlo como alguien inestable.
A la angustia del momento se sumó un dato que, durante años, tranquilizó (falsamente) a la familia: la esposa les aseguró que había presentado una denuncia por desaparición ante las autoridades. Con esa información, sus hermanos y su madre asumieron que el caso estaba en manos de la policía, que había una investigación abierta y que, aunque no hubiera noticias, al menos el sistema estaba en marcha. Durante cinco años y medio vivieron con esa idea: Paco estaba oficialmente desaparecido y alguien, en algún despacho, se supone que lo estaba buscando.
La realidad, según contaría después la familia en medios y programas especializados, era otra muy distinta. Pasado ese tiempo, al intentar hacer gestiones y pedir información más concreta sobre la desaparición, descubrieron que no había ninguna denuncia registrada a nombre de Francisco Quesada Sousa. Lo que les habían contado no era cierto: no existía expediente de desaparición abierto durante todos esos años, así que nadie había revisado cámaras, ni teléfonos, ni movimientos bancarios, ni nada. La desaparición de Paco, a ojos del sistema, no existía.
A partir de ese hallazgo, la historia de Paco se tiñe de algo más que dolor: entra en juego la sensación de traición interna y de negligencia externa. Su hermana Elena ha explicado en Canal Sur y en Diario de ausencias de RNE cómo ese descubrimiento cambió todo: cinco años creyendo que había un procedimiento en marcha, cinco años de confianza en una denuncia que nunca se había formalizado. Cuando, por fin, se registra la desaparición, los investigadores tienen que trabajar con un retraso brutal: cámaras borradas, recuerdos difusos, testigos movidos de sitio, pruebas potenciales perdidas.
Mientras la parte más íntima del caso se desmoronaba, algunos medios empezaban a hablar de lo que rodeaba a la desaparición de Francisco Quesada Sousa en Torrelavega: “un incendio, contradicciones y un golpe en la cabeza”, resumía un reportaje en gallego que se difundió ampliamente, señalando que la investigación había tenido que lidiar con la existencia de un fuego, diversas versiones cambiantes y la referencia a una lesión craneal dentro del relato de los hechos. Los detalles exactos de ese incendio y de ese golpe no se han publicado de forma completa en fuentes accesibles, pero el simple hecho de que aparezcan juntos en la misma frase dibuja un contexto inquietante en torno a lo que pudo pasar antes o después de que Paco “desapareciera”.
Otro elemento que levanta suspicacias en la familia es el comportamiento de la propia esposa en esos primeros momentos. Medios como e-noticies recogen que “mintió hasta en tres ocasiones sobre lo que pasó con Paco” y que su relato fue cambiando con el tiempo, siempre sobre el mismo eje: una discusión violenta, supuestas agresiones de él, una marcha repentina y una denuncia que en realidad nunca se había presentado. Además, se menciona que un empleado del taller de Paco también declaró, aportando su propia visión sobre los hechos y complicando todavía más el puzle, aunque los contenidos concretos de esa declaración no se han hecho públicos con detalle.
A día de hoy, no hay ninguna condena judicial que señale a un responsable directo de la desaparición de Francisco, ni se ha hecho público que su esposa tenga un procesamiento firme por hechos relacionados con ese 1 de diciembre. Lo que sí se ha constatado —porque lo han confirmado tanto familia como periodistas que han investigado el caso— es esa ausencia inicial de denuncia y el clima de versiones contradictorias que rodeó los primeros años. Todo esto ha llevado a que el caso de Paco sea citado una y otra vez como ejemplo de cómo los silencios, las mentiras y los retrasos en formalizar una desaparición pueden destrozar una investigación antes casi de empezar.
Mientras tanto, el tiempo no se detiene. La ficha de SOS Desaparecidos sigue activa: Francisco Quesada Sousa, desaparecido el 01/12/2011 en Torrelavega; 48 años en el momento de la desaparición, 62 años de edad actual estimada, 1,70 m de altura, complexión atlética, pelo negro corto y liso, ojos marrones y leve cojera por accidente. La fundación QSDglobal ha lanzado campañas recordando los 11 y 13 años sin rastro de Francisco, con mensajes del estilo “sin rastro de Paco, desaparecido en Torrelavega”, insistiendo en que el paso del tiempo no puede ser excusa para dar el caso por perdido.
En paralelo, la familia de Paco ha ido apareciendo en programas como “Directo al grano” de RTVE con Paco Lobatón, Canal Sur Radio y el podcast “Diario de ausencias”, para recordar quién era él más allá del expediente. Hablan de un hombre trabajador, cercano, apodado simplemente “Paco”, que no encaja con la caricatura de agresor drogadicto que, siempre según ellos, intentó dibujar su mujer. Y cuentan algo aún más doloroso: cómo su hijo ha tenido que crecer con la ausencia del padre y con un entorno empañado por dudas, sospechas y la sensación continua de que alguien, en algún punto, no ha contado toda la verdad.
El caso de Francisco también se mira hoy a la luz de los datos globales de desapariciones en España. Según el Ministerio del Interior, solo en 2024 se investigaron 16.147 denuncias por desaparición, un 6 % más que el año anterior, con un 95,5 % de casos esclarecidos y la mayoría resueltos en menos de una semana. Eso significa que Paco forma parte de una minoría muy pequeña: la de las desapariciones de larga duración, aquellas que no se cierran ni con un hallazgo ni con una explicación, las que siguen ahí más de una década después, abiertas en lo administrativo y sangrando en lo emocional.
Catorce años después del día en que se perdió el rastro de Paco en Torrelavega, la pregunta sigue siendo la misma que se hacía su madre la primera noche: “¿Dónde está?”. No hay cuerpo, no hay escena del crimen confirmada, no hay una versión oficial que satisfaga a la familia. Solo se sabe que el 1 de diciembre de 2011 él dejó de estar, que durante más de cinco años su desaparición no existió para el sistema porque nadie la formalizó, y que en torno a aquel día flotan palabras feas: discusión, agresiones, incendio, contradicciones, golpe en la cabeza.
Si has llegado hasta aquí y alguna vez viviste o trabajaste en Torrelavega o alrededores en 2011, si trataste con Paco, si fuiste cliente de su taller o escuchaste comentarios sobre lo que pasó aquel día, su familia y las asociaciones te piden algo muy simple: habla. Cualquier información —por pequeña, antigua o aparentemente irrelevante que parezca— puede comunicarse a SOS Desaparecidos (+34 649 952 957 / +34 644 712 806) o a la Guardia Civil, mencionando el caso de Francisco Quesada Sousa.
Hasta que alguien dé ese paso, la historia de Paco seguirá siendo exactamente lo que estás leyendo ahora: una pesadilla hecha de silencios, con un hombre que salió de escena en Torrelavega, una denuncia que no existió durante años, un incendio y un golpe en la cabeza flotando en la letra pequeña, y una familia que se niega a aceptar que la única respuesta sea el olvido.
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