José Abadía Sancho: el vecino del Picarral que salió con abrigo y sombrero verde y jamás regresó


El 12 de febrero de 2020, en el barrio del Picarral, en Zaragoza, un hombre de 81 años salió de casa como cualquier otro día. Se llamaba José Abadía Sancho, aunque en el barrio todos le conocían como Pepe o Pepito. Tenía barba canosa, andaba despacio pero firme y casi siempre llevaba el mismo “uniforme”: abrigo y sombrero verdes. Esa combinación tan reconocible fue lo último que vieron de él en la calle San Juan de la Peña. Desde entonces, el caso de la desaparición de José Abadía Sancho es una herida abierta en Zaragoza. 

Durante varios días, nadie pensó en lo peor. José vivía solo y tenía su ritmo: sus paseos, sus costumbres, sus silencios. Pero esa semana, el silencio se alargó demasiado. Fue su sobrina quien empezó a notar que algo no encajaba: ni llamadas, ni noticias, ni señales de vida. Cuando ya habían pasado varios días sin rastro, decidió ir a la Policía Nacional y denunciar lo que hasta ese momento era un miedo íntimo: José no aparecía por ningún lado. La denuncia se presentó el lunes por la noche, días después de que se perdiera su pista. 

A partir de ese momento se activa la maquinaria. La Policía Nacional lanza una alerta: se busca a un hombre de 81 años desaparecido en el barrio del Picarral. Los medios lo describen como un anciano de 1,65 metros, complexión delgada, pelo canoso y ojos castaños, con una poblada barba blanca y su característica combinación de abrigo y sombrero verdes.  La foto que se difunde lo muestra serio, envejecido pero reconocible, con ese aire de vecino de toda la vida al que saludarías sin pensarlo en la panadería.


Los primeros rastreos se centran en la zona donde se pierde la pista de José: calle San Juan de la Peña, arteria del Picarral que muere casi en las orillas del Ebro y el entorno del parque del Tío Jorge.  Agentes de la Policía peinan calles, portales, descampados y orillas del río, siguiendo un patrón que en Aragón conocen demasiado bien: mayores que se desorientan, caídas en zonas poco transitadas, entradas equivocadas en portales o garajes. Pero en este caso, el terreno no devuelve nada. Ni una prenda, ni un documento, ni un testigo que pueda decir “lo vi girar hacia allí”.

Mientras los cuerpos policiales actúan, la familia decide no quedarse quieta. Apenas dos semanas después de la desaparición, organizan una gran batida ciudadana para el sábado 29 de febrero de 2020. Convocan a través de redes y medios, citando a todo el que quiera ayudar a las 10:00 de la mañana frente al parque de Bomberos, en el Parque Tío Jorge.  El objetivo es claro: multiplicar ojos y piernas, revisar una y otra vez caminos, solares, huertas y zonas donde un hombre mayor podría haberse caído o quedado atrapado sin poder pedir ayuda.

La descripción oficial se repite como un mantra: 81 años, 1,65 m, 55 kilos, pelo canoso corto, barba blanca, ojos castaños. La asociación SOS Desaparecidos incorpora el caso al mismo tiempo a su lista de alertas activas, con un dato clave: “Se le vio por última vez por la calle San Juan de la Peña de Zaragoza”.  A partir de ahí su nombre empieza a moverse por toda España: carteles, WhatsApp, publicaciones en Facebook, tuits y mensajes de Instagram con el mismo mensaje: “Sin rastro de José Abadía Sancho”. 


En los días siguientes se repiten las escenas que ya son rutina en este tipo de casos: búsquedas a pie, controles en hospitales, residencias y albergues, llamadas cruzadas entre familiares y amigos, comprobaciones de si José pudo haber cogido algún autobús o tren. La Policía pide que cualquier persona que crea haberlo visto llame al 112, al 091 o a los teléfonos facilitados por la familia y por SOS Desaparecidos.  En barrios como el Picarral, La Jota o el Arrabal, la cara de Pepito empieza a aparecer en farolas, escaparates y tablones de anuncios.

Pero el tiempo juega en contra. No estamos ante una desaparición en un monte remoto, sino en una ciudad viva, donde las cámaras de vigilancia se sobrescriben cada pocos días y los rastros se difuminan rápido. A finales de 2020 y durante 2021, la situación sigue siendo la misma: ninguna pista firme. Tanto es así que Radio Nacional de España incluye su caso en el programa “Servicio de Búsqueda”, pidiendo colaboración ciudadana para localizarlo y recordando que desapareció el 12 de febrero de 2020 en Zaragoza. 

En 2024 y 2025, la Fundación QSDglobal vuelve a poner su nombre sobre la mesa con mensajes duros de leer: “Sin rastro de José Abadía Sancho. José, de 81 años, vecino del barrio del Picarral, permanece en paradero desconocido desde el 12 de febrero de 2020”.  El tiempo va marcando aniversarios silenciosos: un año sin José, dos, tres, cinco… Su edad “actual” en los registros de desaparición ya no es 81, sino 87. Pero la foto es la misma: el hombre de barba canosa que se fue con abrigo y sombrero verdes. 


En septiembre de 2025, el Heraldo de Aragón publica una lista de las personas que siguen desaparecidas en Zaragoza y el resto de Aragón. Entre jóvenes, menores y otros mayores, el nombre de José Abadía Sancho vuelve a aparecer: desaparecido el 12/02/2020 en Zaragoza, 81 años, 1,65 de estatura, 55 kilos; “se le vio por última vez por la calle San Juan de la Peña de Zaragoza”.  Es la confirmación de lo que su familia ya sabe demasiado bien: el caso sigue activo, sin cierre, sin cuerpo, sin explicación. Oficialmente, José continúa desaparecido.

¿Qué pudo ocurrirle a José Abadía? No hay una respuesta verificada, y cualquier afirmación tajante sería mentir. Las hipótesis que manejan los expertos en desapariciones de personas mayores son siempre las mismas: desorientación y accidente, caída en una zona poco visible, caída al río, entrada en un lugar donde quedó encerrado o imposibilitado. También existe la posibilidad, muy minoritaria pero que nunca puede descartarse del todo, de una intervención de terceros; sin pruebas, es solo un fantasma en el dosier. Ningún medio ha informado de indicios de delito concretos en su caso, y eso deja el expediente atrapado en un limbo: todo es posible, nada está demostrado. 

Lo que sí es seguro es que la desaparición de José encaja dolorosamente en una estadística que crece cada año: la de personas mayores que desaparecen en España. Los informes del Centro Nacional de Desaparecidos recuerdan que miles de denuncias se registran cada año y que una parte importante corresponde a ancianos con problemas de salud, movilidad o desorientación.  Son personas que, muchas veces, salen “un momento” a la calle… y no vuelven. En la trama urbana de barrios como el Picarral, una esquina sin cámaras, un solar descuidado o una orilla mal iluminada pueden convertirse en puntos ciegos letales.

Cinco años después, el caso de José Abadía Sancho es algo más que una noticia vieja: es un recordatorio incómodo de lo frágil que puede ser la vida en la vejez cuando el entorno falla. Un hombre de barrio, conocido como Pepito, puede desaparecer a plena luz del día y seguir sin rastro años después, pese a batidas, carteles y programas de radio. Zaragoza sigue teniendo su nombre en la lista de desaparecidos, compartiendo espacio con adolescentes, niños y otros mayores. 


Si vives en Zaragoza o pasas por allí y crees que alguna vez lo has visto —o encontraste algo que ahora te hace ruido en la zona de San Juan de la Peña, Picarral, Tío Jorge o alrededores del Ebro—, aún puedes hacer algo. Cualquier pista puede comunicarse a SOS Desaparecidos (+34 649 952 957 / +34 644 712 806), al 112, o a la Policía Nacional (091).  Porque hasta que alguien aporte esa pieza mínima del puzle, José seguirá siendo el hombre del abrigo y sombrero verde que salió una tarde de febrero por el barrio del Picarral… y al que, oficialmente, todavía se sigue buscando. Y esa es la verdadera pesadilla: vivir en una ciudad donde falta uno de los tuyos, y nadie puede decirte dónde está.

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