Nuria Ester Escalante: el paseo por s’Arenal, el hotel abandonado y el carrito que salió sin ella



La tarde del 31 de octubre de 2018, el paseo marítimo de s’Arenal, en Sant Antoni de Portmany (Ibiza), estaba lleno de turistas tardíos, luces de bares y olor a mar. Entre esa mezcla de fiesta y rutina caminaba Nuria Ester Escalante, alicantina de 52 años, recién llegada a la isla para buscar trabajo. A las 20:31, una cámara de seguridad la captura por última vez: jeans, sudadera oscura, andando junto a un hombre corpulento, mucho más alto que ella, en dirección a un edificio abandonado. Horas después, las cámaras vuelven a grabar al mismo hombre saliendo solo, empujando un carrito con un bulto grande cubierto por plástico. A Nuria nadie la vuelve a ver. 

Antes de convertirse en el “caso Nuria Ester”, ella era simplemente Nuria: 1,65 de estatura, 55 kilos, pelo negro corto y liso, ojos castaños, complexión delgada. Vecina de Sant Joan d’Alacant, madre de dos hijos, había trabajado en hostelería y como vigilante de seguridad en el aeropuerto de Ibiza en temporadas anteriores. En 2018 decidió regresar a la isla “a probar suerte” de nuevo: llevaba apenas unas semanas allí, encadenando trabajos esporádicos y buscando algo estable. No era su primera vez en Ibiza; sí iba a ser la última. 

Su rastro se empieza a dibujar con claridad gracias a las cámaras y a las reconstrucciones posteriores. Nuria deja su equipaje en la vivienda de un hombre de su entorno, en Sant Antoni, y nunca vuelve a recogerlo. El 31 de octubre habla por última vez con uno de sus hijos por teléfono; después, el móvil queda apagado para siempre. Esa misma tarde-noche, las cámaras del paseo de s’Arenal la graban caminando con el hombre que después será considerado principal sospechoso, un ciudadano de origen polaco, rumbo a un hotel o edificio abandonado en la zona de sa Punta des Molí. 


Las imágenes —de las que sólo se han mostrado algunos fotogramas— son escalofriantes por lo que sugieren. Se ve a Nuria y al hombre avanzando juntos bajo la lluvia; en un momento, a ella se le cae algo al suelo, él lo recoge, siguen caminando y aceleran el paso. Más tarde, ya de madrugada, las cámaras captan de nuevo al mismo hombre saliendo solo de la zona del edificio, empujando un carro de la compra con un bulto voluminoso y cubierto con plástico. Para los investigadores, esa secuencia se convierte en el corazón del caso: no hay cadáver, no hay confesión, pero hay un “antes juntos / después solo con un carrito” que huele a crimen desde el primer minuto. 

A los pocos días, la familia, que está en la península, empieza a inquietarse: Nuria no responde llamadas ni mensajes. Su hijo menor, David, viaja a Ibiza para forzar la búsqueda. El 14 de noviembre de 2018, medios locales recogen su llegada a la isla “para intensificar la búsqueda de su madre”. Ya entonces, las autoridades dejan entrever que se están centrando en el círculo de amistades que ella ha hecho en esas pocas semanas: un entorno precario, con pisos ocupados y un taller desvencijado a la entrada de Sant Antoni, donde Nuria habría pasado algunos días. 

El giro definitivo llega a finales de noviembre. El 26–27 de noviembre de 2018, la Guardia Civil detiene a cuatro hombres de distintas nacionalidades (uruguayo, italiano, argentino y otro extranjero) por su presunta relación con la desaparición. Poco después se suma un quinto detenido: el varón de origen polaco que las cámaras sitúan con Nuria la noche del 31. Paralelamente, un registro en el taller ocupado donde ella se alojaba permite encontrar su equipaje y restos de sangre y otros indicios. La investigación, hasta entonces manejada con cautela, pasa a ser oficialmente una “desaparición violenta” o “no voluntaria”. 


El 29 de noviembre de 2018, la jueza de Instrucción nº 4 de Ibiza decreta prisión provisional comunicada y sin fianza para los cinco detenidos, al considerar que hay indicios de un episodio violento en el que habrían participado “de una forma u otra”. La hipótesis que toma fuerza es terrible: que Nuria fue agredida y que su cuerpo fue trasladado en el carrito captado por las cámaras, posiblemente dentro de una maleta o bulto tapado, para deshacerse de él en otro punto de la isla. Durante semanas se rastrean viviendas abandonadas, torrentes, zonas rurales y costeras de Sant Antoni, incluso con buzos, sin encontrar rastro de sus restos. 

Sin embargo, el caso empieza a desinflarse en el terreno judicial. A finales de enero de 2019, tres de los cuatro primeros detenidos quedan en libertad provisional con obligación de comparecer semanalmente ante el juez; el principal sospechoso, el ciudadano polaco, continúa en prisión. En abril de 2019, cinco meses y medio después de la desaparición, el último sospechoso que quedaba encarcelado también queda en libertad, de modo que los cinco investigados pasan a estar en la calle, todos ellos manteniendo su inocencia y negando cualquier implicación. 

La familia de Nuria, especialmente sus hijos Aarón y David, lo viven como una segunda desaparición: ahora también se les esfuma la esperanza de ver a alguien sentado en el banquillo. Recurrieron cada auto de libertad, insistiendo en que las imágenes de las cámaras y el hallazgo del equipaje y la sangre en el taller eran algo más que “sospechas vagas”, pero chocaron una y otra vez con el mismo muro: sin cuerpo, sin ADN concluyente y sin confesión, no hay pruebas suficientes para acusar de asesinato. 


En junio de 2020, el Juzgado de Instrucción nº 4 decreta el sobreseimiento provisional de la causa: se archiva el procedimiento por falta de nuevas pruebas que permitan avanzar. La abogada de varios investigados recalca que “no existen indicios suficientes” para imputarles el homicidio; el abogado de la familia, Josep María Costa, recuerda que un archivo provisional no significa que el caso esté muerto y reclama al Ministerio del Interior una unidad especializada que retome las pesquisas. En 2021, la Guardia Civil vuelve incluso a registrar una vivienda en Cala de Bou buscando nuevas pistas, pero la reapertura técnica no se traduce en hallazgos decisivos. 

Mientras el proceso judicial se congela, asociaciones como SOS Desaparecidos y QSDglobal se encargan de que el nombre de Nuria no se pierda. El cartel oficial sigue activo: desaparece el 31/10/2018 en Ibiza, Islas Baleares; 52 años entonces, 59 ahora; 1,65 m, 55 kg, pelo negro corto y liso, ojos castaños, complexión delgada; referencia 20-01763. Cada aniversario, las redes se llenan de mensajes: “Siete años sin rastro de Nuria Ester”, “Todo y todos por encontrarla”, recordando que oficialmente sigue desaparecida y que cualquier pista puede marcar la diferencia. 

En octubre de 2025, medios como Informativos Telecinco y Noudiari vuelven sobre el caso con titulares que duelen: “Sin cuerpo, sin culpables, sin respuestas” y “Siete años del enigma de Nuria Ester Escalante en Ibiza”. Recuerdan la secuencia clave: la última imagen de Nuria a las 20:31 en s’Arenal con un hombre; horas después, el mismo hombre, solo, empujando un carrito con un bulto tapado; el hallazgo de su equipaje en un taller okupado; cinco detenidos que entraron y salieron de prisión; una causa archivada; e Ibiza convertida en escenario de un crimen que casi todo el mundo intuye, pero que nadie ha podido probar.


Hoy, el caso de Nuria Ester Escalante está exactamente ahí: archivado provisionalmente en los juzgados, abierto en los despachos de desaparecidos, vivo en la memoria de sus hijos y de la isla. La Guardia Civil mantiene en teoría “todas las hipótesis abiertas”, pero la más aceptada —también por su familia— es que Nuria fue víctima de un delito violento y que su cuerpo fue trasladado y ocultado en algún punto de Ibiza o arrojado al mar. Sin restos, no hay escena definitiva. Sin escena, no hay cierre. Y cada día que pasa, las posibilidades de encontrarla se hacen más pequeñas… pero no desaparecen del todo.


Si estás leyendo esto desde Ibiza, Sant Antoni o cualquier rincón donde esta historia te suene de algo, la llamada también es para ti. Si en 2018 vivías en la zona de s’Arenal, sa Punta des Molí, Cala de Bou o los alrededores del hotel abandonado, si recuerdas obras, movimientos extraños de un carrito, olores, conversaciones que ahora te incomodan, puedes seguir aportando. Cualquier información puede comunicarse a SOS Desaparecidos (+34 649 952 957 / +34 644 712 806) o a la Guardia Civil, citando la referencia 20-01763. Porque hasta que alguien rompa el silencio, la imagen de Nuria caminando hacia ese edificio abandonado seguirá repitiéndose como una pesadilla en bucle: una mujer que entra con alguien en la noche de Ibiza… y a la que, siete años después, el mundo aún no ha sabido encontrar.

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