El misterio de Jaryd Atadero: el niño que se perdió en un sendero de Colorado y nunca volvió a contar qué vio en la montaña


El 2 de octubre de 1999, un grupo de excursionistas avanzaba por el Big South Trail, en el Poudre Canyon de Colorado, rodeado de pinos, río y un cielo de otoño engañosamente tranquilo. Entre ellos iba Jaryd Atadero, un niño de apenas 3 años, corriendo feliz delante del grupo. Minutos después, Jaryd simplemente dejó de estar. No hubo despedida, ni testigos claros del momento exacto, solo un vacío en mitad del bosque que, 25 años después, sigue sin respuesta. 

Antes de convertirse en caso, Jaryd era un pequeño de mejillas redondas, hijo de Allyn Atadero y Stacie McKissick, con una hermana mayor, Josallyn, de 6 años. Vivían entre la ciudad y el Poudre River Resort, un pequeño complejo turístico que Allyn gestionaba junto a su hermano gemelo, Arlyn. Allyn, profesor de educación física y padre soltero en ese momento, se apoyaba mucho en un grupo cristiano local, la Christian Singles Network, que le ayudaba con las actividades familiares y con la crianza de los niños. En esa confianza, en esa sensación de “tribu”, se apoya buena parte de lo que ocurrió después. 

Aquel fin de semana de octubre, varios miembros del grupo propusieron llevar a los niños a una visita sencilla a una estación de cría de peces cercana. Allyn dudó, pero el plan sonaba seguro, así que dio permiso con una condición clara: solo la visita al criadero. Una vez en la carretera, los adultos decidieron improvisar y subir también al Big South Trail, un sendero de montaña 15 millas al oeste del resort, dentro del Arapaho & Roosevelt National Forest, sin consultarlo de nuevo con el padre. Era uno de esos días perfectos de otoño en Colorado, cielo azul limpio, temperatura agradable… y una montaña que no perdona distracciones. 


La excursión la formaban 11 adultos del grupo cristiano, más Josallyn y el pequeño Jaryd. En cuanto empezaron a subir, como suele pasar, el grupo se dividió en gente más rápida y gente más lenta; Jaryd, lleno de energía, se fue adelantando. En un tramo del sendero se cruzó con dos pescadores, que declararon después haber visto a un niño solo que les preguntó si había osos en el bosque. No se alarmaron: a unos metros vieron otro grupo de excursionistas y asumieron que el pequeño pertenecía a ellos. Esa fue la última vez que alguien vio a Jaryd con vida. 

Poco después, los adultos del grupo y la propia Josallyn escucharon un grito. Su hermana lo describiría más tarde como algo ambiguo, “como si alguien estuviera jugando a pillarse, o como si hubieran asustado a alguien”: podía ser susto, podía ser juego. No le dieron la lectura de peligro máxima. Pasó el tiempo, y Jaryd no reapareció. Buscaron alrededor del sendero aproximadamente una hora. Cuando no lo encontraron, tomaron la decisión que marcaría todo el caso: volver al resort para avisar a Allyn en lugar de seguir buscando más tiempo en la zona. Cuando el padre escuchó que “habían perdido al niño”, se lanzó coche arriba, golpeándose el pecho y repitiendo una frase que se le quedó clavada a todos: “perdieron a mi bebé”. 

La llamada a la policía activó una de las búsquedas de menores más grandes que había visto la zona. Equipos de Search and Rescue, agentes del sheriff del condado de Larimer, perros de rastreo, buzos, helicópteros y voluntarios se desplegaron por el Big South Trail, el río Poudre y las laderas cercanas. En las primeras horas se encontraron algo inquietante: huellas pequeñas de niño que, en un punto del camino, se unían a pisadas de un gran felino y, a partir de ahí, desaparecían. Era una pista, no una certeza, pero ya entonces sembró una teoría que hasta hoy divide opiniones. 


La operación de búsqueda, que debía ser un despliegue ordenado, se convirtió en tormenta perfecta. Un helicóptero militar se estrelló mientras colaboraba en el operativo, cayendo unos 30 metros y dejando a varios rescatistas gravemente heridos. A la vez, el caso explotó mediáticamente: hasta 17 camiones satélite de televisión llegaron a alinearse en la carretera, comparando la desaparición con la de JonBenét Ramsey y atrayendo a psíquicos, curiosos con burros “rastreadoras”, personas que aseguraban tener visiones y todo tipo de interferencias bienintencionadas pero caóticas. Para los rescatistas, aquello era como buscar a un niño en mitad de un huracán… emocional y logístico. 

Tras siete días de batidas, rastreos y vuelos, no apareció nada: ni una prenda, ni un juguete, ni un rastro claro. Solo el eco del río y la frustración de un padre que sentía que las decisiones equivocadas se habían ido acumulando: el cambio de plan sin avisar, el dejar que un niño de 3 años corriera tan por delante, el regreso prematuro al resort en lugar de una búsqueda más intensa en caliente. Con el tiempo, la búsqueda se redujo y el caso quedó oficialmente frío. Jaryd pasó a las listas de menores desaparecidos, sin rastro y sin explicación. 

Casi cuatro años después, el 6 de mayo de 2003, el silencio de la montaña se rompió por casualidad. Dos hombres de negocios, Rob Osbourne y Gareth Watts, hacían senderismo en una zona alta del Comanche Peak Wilderness, por encima del Big South Trail, cuando se toparon con algo que no encajaba con el paisaje: una chaqueta polar marrón, unos pantalones azules del revés y unas zapatillas pequeñas con dibujos de Tarzán de Disney. Eran, sin duda, las prendas que llevaba Jaryd el día que desapareció. Estaban a varios cientos de metros por encima del sendero donde se le vio por última vez. 


Al avisar a las autoridades y ampliar la búsqueda en la zona, los investigadores hallaron también un diente infantil y un fragmento de hueso del cráneo. Las primeras pruebas de ADN hablaban de un 86 % de probabilidad de que fueran de Jaryd; análisis posteriores confirmaron una coincidencia total. No se encontraron más restos. El estado de la ropa generó nuevas preguntas: el forro polar presentaba roturas pero sin marcas claras de mordidas en el abdomen, zona a la que suelen dirigirse grandes felinos; los pantalones estaban vueltos del revés, como si alguien se los hubiese quitado así; las zapatillas mostraban muy poco desgaste, sin rastro de haber sido arrastradas ladera arriba durante cientos de metros. 

La teoría oficial más repetida fue la de un ataque de un puma (cougar / mountain lion): un animal salvaje habría sorprendido al niño, le habría causado lesiones graves y después habría arrastrado el cuerpo montaña arriba, dispersando restos con el tiempo. Algunos especialistas en fauna apoyaron esa hipótesis, mencionando las huellas felinas y el comportamiento documentado de estos animales. Sin embargo, otros expertos en grandes felinos y forenses, entre ellos el médico Michael Baden, señalaron que el patrón de restos no encajaba con un ataque típico: esperaban encontrar más huesos, marcas específicas en la ropa, restos dentro de las zapatillas… y nada de eso apareció. 

Ahí nacieron otras hipótesis. Una de ellas habla de una caída accidental o de desorientación severa: Jaryd podría haberse alejado del sendero, haber sufrido un accidente o haber quedado expuesto al frío, y después la fauna carroñera habría actuado sobre el cuerpo. Otra, todavía más inquietante, menciona la posibilidad de una intervención humana: alguien podría haber aprovechado que el niño estaba solo, llevárselo de la zona del sendero, y más tarde deshacerse de la ropa y los restos donde fueron encontrados. Ninguna de esas teorías ha sido demostrada. Lo único firme es que, a día de hoy, las autoridades consideran el caso no resuelto y la causa de la muerte sin clasificación definitiva, aunque muchos informes populares sigan repitiendo la idea del animal salvaje como explicación más cómoda. 


Mientras el debate sobre el “cómo” se enquistaba, Allyn Atadero tuvo que aprender a convivir con el “por qué”. Decidió no enterrar ni cremar los restos: convirtió la habitación de Jaryd en un pequeño santuario, manteniéndolo todo como estaba el día que su hijo se fue de excursión, con el fragmento de cráneo colocado sobre sus juguetes favoritos. En entrevistas ha dicho que está en paz, que confía en reencontrarse con Jaryd y que, cuando le pregunte qué pasó, su hijo le responderá algo así como: “papá, ¿de verdad importa?”. En paralelo, tuvo que soportar incluso la perversión de un impostor: un hombre que llegó a afirmar ser Jaryd adulto, hasta el punto de que Allyn obtuvo una orden de alejamiento y el sujeto acabó arrestado por violarla. 

Del dolor, el padre intentó sacar también cambios concretos. Su lucha contribuyó a que se bautizara un tramo de sendero como el “Jaryd Atadero Legacy Trail” y a que el gobernador de Colorado declarara el 8 de septiembre como “Recreational Safety Awareness Week”, una semana dedicada a la seguridad en actividades al aire libre. Además, Allyn fue una de las voces que impulsó la implantación en Colorado de sistemas de alerta rápida para menores desaparecidos, precursores de lo que hoy conocemos como AMBER Alert en el estado. 

En 2024, al cumplirse 25 años de la desaparición, medios locales volvieron a revisar el caso. Recordaron cómo la desaparición de Jaryd había cambiado el protocolo para buscar niños en la montaña, cómo se coordina hoy mucho mejor la información, cómo se revisan con lupa las decisiones de los grupos que salen con menores a entornos salvajes. Pero también dejaron claro que ninguna mejora borra la sensación de que, aquel 2 de octubre de 1999, hubo demasiadas decisiones tomadas a la ligera sobre un niño de 3 años en un entorno que no admite margen de error.

El caso Jaryd Atadero sigue siendo, sobre todo, una pregunta sin respuesta: ¿qué le ocurrió realmente en esos pocos minutos en los que se alejó del grupo, después de hablar con los pescadores? ¿Fue la montaña, con sus animales y sus precipicios, la que se lo arrebató? ¿O hubo una mano humana que aprovechó el caos para hacer algo que nadie ha podido demostrar? Entre teorías de pumas, accidentes y posibles intervenciones oscuras, lo único seguro es que un niño pequeño salió a caminar en un “día perfecto” y nunca volvió. Y que, cada vez que un padre revisa dos veces el número de niños en un sendero o que una familia se plantea mejor sus decisiones en la naturaleza, el nombre de Jaryd, de alguna manera, está ayudando a que otros regresen a casa.

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